La salud de 12 millones de personas está en riesgo por el uso indiscriminado de agrotóxicos, alentado por el crecimiento del monocultivo. El negocio sojero crece, pero cada vez más gente se enferma.
Malformaciones, abortos espontáneos, leucemia infantil, disfunciones en la sexualidad masculina, trastornos neurológicos y otros tipos de cáncer son patologías cada vez más frecuentes entre la gente que vive en zonas rurales. El uso desregulado y masivo de productos tóxicos para las fumigaciones aparece como la causa en varios relevamientos médicos y estudios científicos internacionales, sin embargo la legislación argentina no recoge ninguna de las recomendaciones, ni los resultados de estos estudios.
La Red de Médicos de Pueblos Fumigados presentaron recientemente el segundo de sus informes que revisa datos de centros de salud en diez provincias, aportados por los médicos de pueblos fumigados y las conclusiones científicas del CONICET y de investigadores de la Universidad de Río Cuarto en Córdoba y de la Facultad de Medicina de la Universidad de Rosario, quienes hicieron relevamientos en seis pueblos del norte de la provincia de Buenos Aires y el sur de Santa Fe para comprobar el impacto en la salud por el uso de agrotóxicos. Como explica el Dr. Medardo Ávila, coordinador de la Red, ellos “encontraron efectivamente cómo los casos de cánceres de cáncer de próstata, de pulmón y de hígado son efectivamente más frecuentes que en la Ciudad de Buenos Aires o en la ciudad de Córdoba”. De los datos que surgen del estudio, se concluye que más del 30% de las causas de muerte en estos pueblos se deben a distintos tipos de cáncer, lo que significaría el doble de la media a nivel nacional. Los números más alarmantes se registran para el caso de los más jóvenes. Los estudios de medicina basados en evidencia demuestran que si las madres están expuestas a fumigaciones, tienen el doble de posibilidades de que su hijo contraiga leucemia. Tomando a Chaco como ejemplo, los profesionales de la red midieron, a partir de registros en hospitales, un aumento del 300% de la incidencia de cáncer en niños. Este relevamiento surgió luego de las reiteradas denuncias por parte de los vecinos que vivían en dos barrios lindantes a la mega arrocera “La Leonesa” y que dieron como resultado la respuesta del gobierno provincial, que coordinó un grupo de trabajo integrado por los Ministerios de Salud nacional y provincial, y la Red de Médicos de Pueblos Fumigados. El mismo estudio también concluyó en un aumento del 200% en la tasa de malformaciones “crecimiento paralelo a la extensión de hectáreas que son fumigadas en la provincia”, como indica Ávila.
Pero estos datos son solo la punta del iceberg. Las malformaciones congénitas son otro caso preocupante: “en zonas fumigadas estamos encontrando casi cuatro veces más casos de malformaciones antes de que se comenzara a fumigar. Hay también un vínculo con la época en que se fumiga, si la mujer queda embarazada en ese periodo es más probable que el chico sufra malformaciones y abortos. Estos fenómenos también han sido detectados en otros países y forman parte de estudios epidemiológicos hechos en España, Canadá y México, Costa Rica, Paraguay, Chile, o sea que hay un conjunto de información muy grande que demuestra de qué manera los agroquímicos están enfermando a la población”, indica el Dr. Ávila. La nomenclatura científica no logra describir acabadamente lo que sólo una imagen desgarradora es capaz de sintetizar: bebés sin manos, nenas con la cara deformada, bultos en la espina dorsal, brazos y piernas que no podrán funcionar. Chicos que nunca van a tener un cuerpo como “el de los demás”, que van a vivir bajo la mirada lastimera e inevitable de los otros. Eso, y la enfermedad.
Como concluye el Dr. Demaio, que trabaja en la Colonia Alicia de Misiones, “el daño sobre la integridad de la salud humana que ocasionan los agrotóxicos no se reconoce en su verdadera dimensión”; con respecto a las malformaciones congénitas, piensa que no conocemos la magnitud de la cantidad de abortos espontáneos. Además, “es muy probable que exista afección del neurodesarrollo y tal vez psicológica, que no se está evaluando”
El segundo informe amplió por otra parte, datos sobre los efectos de las fumigaciones sobre la salud sexual masculina. A partir de pesquisas realizadas en Entre Ríos y Santa Fe, se detectaron aumentos en los niveles de estrógeno en sangre, problemas de erección y recuento de espermatozoides disminuido, lo que “demuestra una feminización masculina en las personas que manipulan los productos en forma reiterada”, como deduce Ávila.
Si bien se podrían atribuir a causas como los cambios en los estilos de vida y otra serie de factores tóxicos o contaminantes, el aumento de estas enfermedades; los números muestran contundencia se si comparan las tasas entre pacientes de zonas rurales y metropolitanas. Investigadores del CONICET de la Universidad de Río Cuarto analizaron cinco pueblos del interior de Córdoba en áreas sojeras, fuertemente fumigadas en donde el 20% de las mujeres en edad fértil tuvieron, por lo menos, un aborto espontáneo en los últimos cinco años, mientras que en áreas urbanas este porcentaje no asciende a más del 3%. Por otra parte, los médicos consultados por el informe destacaron que ellos atienden desde hace más de 25 años a las mismas poblaciones, pero que este escenario es “absolutamente inusual”, vinculándolo directamente a las fumigaciones sistemáticas con plaguicidas.
El que calla, otorga
Si “el vínculo entre estas enfermedades y el uso de agroquímicos es ineludible”, como Medardo Ávila afirma; cómo es posible entonces que no exista a nivel nacional alguna legislación que prevea y regule este escenario: “Estamos reclamando al Estado que tome medidas para limitar las fumigaciones: las fumigaciones aéreas que se hacen en Argentina están prohibidas en Europa, en el año 2009 el Parlamento Europeo las prohibió en todos los países miembro. En Argentina, en el norte donde prevalecen los pools de siembra, en donde sociedades anónimas explotan grandes extensiones de tierra que no tienen vínculos ni cultural, ni político, ni social con la gente que vive en esas zonas, las fumigaciones se hacen el 100% de las veces en avión”, declaran desde la Red de Médicos de Pueblos Fumigados.
Desde la introducción de cultivos transgénicos como la soja, la utilización de productos como el glifosato, cipermetrina, 2.4D, endosulfan, atrazina y clorpirifos, creció exponencialmente. Si en 1990 se utilizaba un promedio de 35 millones de litros, actualmente se fumiga con una cantidad que supera los 300 millones de litros por año de herbicidas, insecticidas, acaricidas y desfoliantes. El más utilizado es el glifosato, del que se pueden llegar a aerolizar, este año, 280 millones de litros.
Mariano Aguilar, de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas explica que existen “ordenanzas puntuales en algunas provincias” que establecen cuáles deben ser las distancias permitidas para las fumigaciones aéreas y por tierra, además de que “en los lugares en donde no hay ordenanzas, hay algunos fallos como los de San Jorge, Santa Fe o Ituzaingó, Córdoba, que fueron marcando la necesidad de hacer las fumigaciones lejos de los centros de población”, luego de que en estas localidades se denunciaran toda una batería de patologías. Si bien estos fallos establecen límites para las fumigaciones, su incumplimiento no puede ser sancionado ya que, como explica el Dr. Aguilar: “el incumplimiento de sentencia es un delito de desobediencia judicial, pero no tiene pena. Las penas están creadas por las leyes, no por los jueces” Sin una ley que regule, la justicia solo puede limitarse a establecer multas laxas en el caso de trasgresión.
Recientemente, luego de una ardua lucha por parte de asociaciones ambientalistas para que el gobierno nacional suscribiera a la prohibición del endosulfán establecida por el Convenio de Rotterdam para todos los países miembros de la Comunidad Europea, el SENASA (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria) aprobó el 5 de agosto una resolución que si por un lado, adscribe a las conclusiones del convenio; preve una eliminación progresiva del producto, estableciendo como plazos para la prohibición de importación del producto y para la elaboración, comercialización y utilización del mismo; julio de 2012 y julio de 2013, respectivamente. En una carta firmada por la diputada nacional Cecilia Merchán y la Red de Acción en Plaguicidas y sus alternativas en América Latina , dirigida al Dr. Jorge Amaya, presidente del SENASA, se argumenta que: “La eliminación progresiva planteada habilita a que en el segundo semestre del 2011 se siga importando iguales cantidades de stock que en el 2010. Además, recién en diciembre del 2011 las empresas deberán presentar una Declaración Jurada informando las existencias remanentes”
Como explica el Dr. Medardo Ávila, “endosulfan es un insecticida que tiene el problema de que se acumula en el organismo, se adhiere a los tejidos grasos por veinte años aproximadamente y genera trastornos endócrinos, inmunitarios vinculados con cáncer. Hace muchos años que se viene pidiendo que se lo prohíba a nivel mundial y Argentina, junto con la India, era uno de los dos países que se oponían. Lo que estamos discutiendo con el SENASA es que ellos reconocen todo lo que decimos, pero están permitiendo que durante dos años más se utilicen 5 millones de litros de endosulfán” Para el Dr. Aguilar, “la medida del SENASA es totalmente arbitraria y en beneficio de las empresas que negocian con este producto. Es un incumplimiento de la ley” La Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas, planea presentar una medida de amparo para exigir la inmediata prohibición del producto.
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