"Hasta ahora, los filósofos han tratado de comprender el mundo; de lo que se trata sin embargo, es de cambiarlo" Karl Marx

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sábado, 31 de diciembre de 2011

Un año más


Un año más se fue. Nadie lo impide
Nadie detiene el tiempo que pasamos
Parece que corremos y paramos
Y en ese movimiento alguién nos mide

Otro año que a las doce  se despide
Una cifra, un momento al que llegamos
Nos da miedo avanzar y preguntamos
¿Por qué nacer con muerte coincide?

Si en la amargura de morir nacemos
Y nos duele pasar por ese trance
Un año nuevo por vivir tenemos

Para la vida, el tiempo, es un avance
Vivir para soñar lo que creemos
Correr al propio paso sin alcance...




lunes, 26 de diciembre de 2011

Sudestada, la hija de la crisis 2001


Revista Sudestada N° 105

Es la única revista que, sin subsidio alguno, ya lleva 105 números en la calle. Hoy cumple 10 años de vida.  En medio de la crisis de 2001, un grupo de estudiantes universitarios decidió publicar una revista cultural y política por fuera de la agenda de los grandes medios. La llamaron Sudestada, una publicación por fuera del estereotipo tradicional del periodismo y de la Academia. La redacción está en Lomas de Zamora y las páginas llegan a la Capital Federal, todo el conurbano bonaerense y las principales ciudades del resto del país. No hay quien no haya visto sus tapas en algún kiosco de tren o subte. Son los mismos redactores y directores (Ignacio Portela, Hugo Montero y Walter Marini) los que llevan los ejemplares en sus mochilas directamente a los puestos de venta de diarios.
Sudestada se mantiene con las ventas, las suscripciones y el apoyo de algunos anunciantes. Actualmente, 29 personas hacen esta revista mensual que cuesta 10 pesos, la única que subsistió 105 ediciones sin pauta oficial ni subsidios.
Algunos números marcaron un antes y un después. El dos, por ejemplo, dedicado a Fabián Polosecki, fue uno de ellos. Ese número devino en Polo, el buscador, el gran libro que escribieron los directores de la revista sobre quien consideran su referente periodístico. Después llegaron los números sobre la historia del PRT-ERP, Rodolfo Walsh y las críticas a la conducción montonera, los números agotados dedicados a Agustín Tosco, Severino Di Giovanni, Simón Radowitzky.
Los directores Nacho Portela y Hugo Montero cuentan que la revista pertenece a la izquierda dispersa: “Aunque no militemos, nos nutrimos de las mejores experiencias históricas y reivindicamos la ética de muchos compañeros caídos, de anarquistas que enfrentaron el poder, de militantes de diversas organizaciones revolucionarias de bajo perfil que nos marcan el horizonte”. ¿Izquierda no orgánica? En sus palabras: “Somos parte de un colectivo de compañeros y compañeras que intenta mirar la realidad fuera de la antinomia peronismo-antiperonismo, porque sabemos que en esas reducciones históricas siempre se oculta una trampa”.
– ¿Qué los motivó a crear Sudestada?
–La revista fue pensada como una alternativa propia de un grupo de estudiantes universitarios desengañados por el perfil de la carrera y también por la oferta laboral en la prensa comercial de aquel entonces; no nos interesaba ser parte. Queríamos construir un proyecto que no nos frustrara, donde pudiéramos publicar, investigar, entrevistar y trabajar alrededor de los temas que a nosotros nos interesaban y no los que los demás nos impusieran. Los grandes medios no eran nuestro sueño. Nuestras discusiones tenían que ver con años de encuentros, charlas e inquietudes compartidas en pasillos universitarios, marchas, con artistas poco conocidos y principalmente con la lectura que nos apasionaba. Teníamos veintipico la mayoría y la suerte de que ninguno quería hacer guita con el periodismo, para eso trabajábamos de otras cosas, oficios pocos ligados a lo periodístico. La revista surgió como algo chico que fue creciendo y se convirtió en la única revista que subsistió 105 ediciones regulares sin pauta oficial ni subsidios ni apoyo de ningún organismo oficial a ningún nivel. No es poca cosa.
–En muchos ejemplares suelen debatir la lucha armada en los ’60 y ’70. ¿En qué se diferencian de los discursos de la izquierda clásica?
–Nos interesa conocer las experiencias de nuestro presente más cercano, poder entender su accionar, los debates que movilizaron a la sociedad. Su ética y militancia son fundamentales. De aquellos compañeros aprendimos el trabajo a largo plazo, el esfuerzo como ejemplo creador. El lenguaje que elegimos pretende acercarse a esas historias por los bordes de un perfil más humano y menos sociológico; sabemos que muchos de nuestros lectores son jóvenes que no están tan interesados en las discusiones ideologizadas y es más sencillo acercarse a ellos con estas historias a través de la experiencia humana de gente que también fue joven y que eligió ser protagonista de su tiempo.
–¿Se sienten parte del semillero de revistas culturales que han hecho historia en la Argentina? Desde las más antiguas como Caras y Caretas o Contorno hasta las jóvenes Nómada y Esperando a Godot?
–Somos parte de esa historia, indudablemente, aunque con muchas particularidades. Diez años de editar una revista mensual nos permite sentirlo. Lo inédito de nuestra experiencia es haber logrado imponer la publicados de Zamora, con humildad y esfuerzo, irradiamos un proyecto que se fue expandiendo a todo el país, donde compañeros de sur a norte multiplican sus voces en nuestras páginas. Nos diferencia de otras publicaciones nuestro método de distribución, donde redactores y directores nos cruzamos por las calles, trenes o colectivos, llevando en nuestras mochilas todos los meses la revista directamente al kiosco de diarios, fuera de la burócrata y mafiosa distribuidora que tiene el mérito de enterrar cualquier proyecto cultural que no le caiga bien. En nuestra publicación no hay compromisos partidarios ni sectoriales que limiten las investigaciones. Defendemos las experiencias revolucionarias y a los militantes silenciados porque vemos en ellos un faro.
–Levantan la bandera de la falta de subsidio a contramano de muchos otros colectivos. ¿Qué redes les interesa conformar?
–Por el momento, no integramos ninguna red cultural oficial. Sí participamos de redes alternativas como la Flia (Feria del Libro independiente), la Mocca (Muestra de Organizaciones Culturales y Comunitarias Autogestionadas) o el REC (Red de Espacios culturales). La verdad es que no tenemos ganas de mendigar nada al Estado ni a nadie, laburamos hace 10 años desde abajo sin esperar gestos ni limosnas de nadie. Somos una cooperativa de hecho sin formalismos ni cuestiones técnicas. No tenemos ni queremos subsidios, más de una vez dijimos que no por una cuestión de principios que debatimos en la revista: lo único que tenemos es nuestra autoridad para opinar sobre algunos temas, y depender del dinero oficial creemos que sesgaría esa autoridad. Subsistimos a partir del esfuerzo diario que significa distribuir, vender, difundir y recorrer el país con nuestra publicación. Tenemos la suerte de que hay muchos interesados en nuestra revista y gracias a la venta podemos editar Sudestada. Somos 100% dependientes de nuestros lectores y hacemos la revista que nos gustaría leer, sin condicionamientos, con problemas y contradicciones, pero entre amigos y compañeros que, además de sentirse bien por su trabajo individual, pueden disfrutar del esfuerzo de un colectivo que potencia las voces singulares y las diluye en un lenguaje propio, pequeño todavía, pero con mucho potencial.
Jimena Arnolfi para Miradas al Sur

domingo, 25 de diciembre de 2011

De las Asambleas del 19 y 20, a las asambleas socio-ambientales

La semana pasada, se realizó en la Biblioteca Nacional, las Jornadas Abiertas "A diez años del 19 y 20 de 2001. Reflexiones, vivencias, el transcurrir de una década". Allí uno de los interrogantes fue sobre las posibles relaciones entre las asambleas de los cacerolazos y las asambleas socio-ambientales de hoy. En esta breve nota, retomamos un fragmento del artículo sobre el "Análisis discursivo de las asambleas contra la minería contaminante".
Por Pablo Gavirati
(IIGG - UBA)

El texto, escrito en principio para el 1° Congreso Nacional sobre Protesta Social y publicado luego en un libro compilatorio, plantea un acercamiento a la gramática discursiva de las asambleas (socio)ambientales. Es desde este punto de vista, que pueden identificarse continuidades entre las asambleas ya mencionadas. Es decir, que no tienen que ver con cuestiones concretas organizativas, sino con líneas argumentativas que se cruzan con coincidencias ideológicas, como el cuestionamiento a la democracia representativa.
Desde este punto de vista, se destaca como fundamental el rol de la Asamblea de Esquel, que apenas unos meses después de los hechos de diciembre de 2001, protagonizó una gran protesta social por el "No a la Mina" y el "Sí a la Vida". En el mismo sentido, luego la Asamblea de Gualeguaychú logró una gran visibilización de la causa ambiental, con los claroscuros que ya señaláramos, pero manteniendo siempre la disputa frente a una corporación. Algo que no ocurriría en la llamada "crisis del campo" del 2008.

En 2006, la creación de la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC) terminó de consolidar este movimiento, donde hoy también participan, justamente, activistas contra la sojización y los agronegocios. Desde esta perspectiva, las asambleas ambientales son una de las principales herederas de aquel acontecimiento sucedido hace 10 años. En ellas se hace visible la herencia del pensamiento crítico hecho manifestación pública, de la reconstrucción del vínculo comunitario frente a los intereses de los más poderosos.
Fundamentos del discurso de las Asambleas anti-minería*
En este apartado, realizaremos un acercamiento al análisis discursivo de las asambleas, haciendo un énfasis especial en la componente política, a partir de la reconstrucción del lugar del enunciador y su conflicto con el contra-destinatario. Asimismo, es de interés la construcción narrativa del uso del territorio y del modelo de producción que promueven. 
A partir de fragmentos del artículo de Pablo Quintana, integrante de Vecinos Autoconvocados de Esquel, podemos inferir algunos de los rasgos principales de este actor social. En primer lugar, cuando se habla de los comienzos se dice que “la revalorización del término `vecino´ comenzó a construirse entre los esquelences” (Quintana, 2004:152). A su vez, se trató de un “movimiento genuino y  transparente”, que moldeó “un espacio participativo llamado asamblea, tan horizontal como heterogéneo” (Quintana, 2004:153). Por lo leído hasta aquí, sabemos que se pone en discusión el carácter de la democracia representativa, que podría considerarse el opuesto a las virtudes expresadas arriba.
Sobre todo, cuando antes se había escrito que “la clase política se vanagloriaba de haber logrado entregar una vez más nuestros recursos naturales”. Es otro fragmento discursivo el que nos permite extraer conclusiones más precisas: “Cuatro mil almas invaden las calles de Esquel al grito de `que se vayan todos… que no quede uno solo” (Quintana, 2004:160). Tenemos aquí sin dudas una huella del discurso de diciembre de 2001, en donde los cacerolazos terminaron con el gobierno de De La Rúa y se vivió un intenso pero breve movimiento asambleario en la Ciudad de Buenos Aires. El desprestigio de los gobernantes era extendido en la Argentina, sobre todo en sus clases medias, y esto influyó también en el movimiento anti-minería: el diagnóstico es que se trataba de un negociado más, perpetuado por políticos profesionales que desoían a su pueblo.  
De este modo, se constituyó un “movimiento vecinalista” decidido a que la “consigna de la asamblea” fuera el “No a la Mina”. Desde este punto, es claro que un contradestinatario explícito es la empresa Meridian Gold. Esta es caracterizada como una “saqueadora”; prometía trabajo pero: “Nada decía, por cierto, de los más de 1.200 millones de dólares de ganancia que esto le generaría a la trasnacional y mucho menos de la destrucción ambiental que la actividad extractiva generaría en el futuro de la comunidad cordillerana” (Quintana, 2004:151). En la denuncia a la corporación, existen huellas del discurso socialista, en la denuncia a la lógica de las corporaciones capitalistas.
(...).
Bibliografía citada en este fragmento:
QUINTANA, Pablo (2004), “El caso Esquel”, en Chiappe (coord.) (2004), La Patagonia de pie. Ecología vs. Negociados, Proyecto Lemú, El Bolsón, pp. 149- 168.
* Fuente del texto
GAVIRATI, Pablo, “¿Del No en mi montaña al No en mi planeta? Análisis discursivo de las asambleas contra la minería contaminante en la Cordillera de los Andes” en Massetti, Villanueva y Gómez (comp.), "Movilizaciones, protestas e identidades políticas en la Argentina del bicentenario”, Editorial Nueva Trilce, Buenos Aires, 2010

Los otros 19 y 20

En el origen fue el desorden y el caos. Lo que hoy son procesos políticos consolidados, electoralmente mayoritarios, con liderazgos apoyados por la ciudadana, tuvieron un comienzo tumultuoso e incierto. En un continente con una fuerte tradición de movilizaciones sociales, el fin del ciclo político neoliberal estuvo signado por estallidos populares que tuvieron el denominador común de poner en la superficie las secuelas sociales de los planes de ajuste. Si el 19 y 20 argentino puede entenderse como el quiebre del consenso social en torno a esas políticas, algo similar ocurrió en otros países de Sudamérica.
En la mañana del 27 de febrero de 1989 los vecinos de los barrios más populares de Caracas sintieron el efecto concreto del nuevo paquete económico del gobierno de Andrés Pérez: un aumento en los pasajes del transporte público producto de la decisión de incrementar en un 100% el precio de la gasolina. A esto se sumaba a la liberalización general de precios y un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. Las movilizaciones y saqueos se multiplicaron en toda la capital y otras ciudades del país. El presidente decretó el “estado de emergencia” y los militares fueron puestos en las calles, fusil en mano. El saldo fue trágico, con cientos o miles de muertos, según quien cuente. Este estallido ocurrió diez años antes de la llegada de Chávez al poder, pero en 1992 el entonces joven coronel condujo un levantamiento militar que tuvo su legitimación en aquella revuelta del 89. Hasta ese momento, Venezuela había vivido un siglo XX atípico, con continuidad democrática desde fines de los 50 y una marcada desmovilización popular. Todo eso pareció cambiar después del Caracazo. Y las señales aún están presentes: uno de los rasgos del chavismo, aún después de 13 años en el poder, es una representación política “basista”, poco ligada a las estructuras políticas formales, con un peso modesto de los sindicatos y partidos. Es el “pueblo alzao”. Ese espontaneísmo del Caracazo volvió surgir durante el golpe contra Chávez en 2002: la recuperación de la democracia comenzó con las movilizaciones de los barrios pobres de Caracas, cuando las estructuras políticas bolivarianas todavía estaban en estado de shock.
La llegada de Evo Morales estuvo precedida por una cronología de luchas sociales. A diferencia del caso venezolano y de nuestro país, no hubo un “momento” de quiebre, sino más bien un proceso de movilizaciones con un epicentro claro: los recursos naturales. El nombre de las revueltas (“guerra del agua”, “guerra del gas”, “bloqueos”) muestran un nivel de conflicto muy alto, pero también una separación tajante entre el Estado y la sociedad civil, que se explica por la exclusión histórica de los sectores populares y una tradición de organización comunitaria muy arraigada. En Bolivia lo espontáneo no cumplió un rol importante y el triunfo de Evo en el 2006 fue más la sumatoria de representaciones parciales (indígenas, campesinos, sindicatos, movimientos sociales, etc). Al igual que en Venezuela, esa característica de origen sigue actuando en el presente: los conflictos del gobierno pasan por mantener unido a ese mosaico de organizaciones, que tienen una legitimidad limitada a su territorio de acción pero muy fuerte, lo que les permite un grado de autonomía importante. Ser “el gobierno de los movimientos sociales” como suele decir Evo, es estar en una negociación permanente con las partes.
Vaya a saber si por imitación o coincidencia el “que se vayan todos” de Buenos Aires reapareció en las calles de Quito en el 2005. Protagonizada por sectores medios, la revuelta tenía como destinatario el gobierno de Lucio Gutiérrez. Parecía un capítulo más de una saga de rebeliones y gobiernos breves que venía desde el año 2000. Sin embargo marcó el surgimiento de la figura de Rafael Correa. Según contó después, estuvo esos días en las calles “como un forajido más”. La velocidad de la crisis política permitió que dos años después ganara las elecciones presidenciales. El movimiento que fundó, “Revolución Ciudadana”, da cuenta de una representación difusa, donde se mezcla el hartazgo clasemediero por la corrupción con demandas sociales y económicas más profundas, en un marco de movilización inorgánica y con una relación tirante con las formas “duras” del movimiento indígena.
A esta trilogía hay que sumar el caso argentino. No casualmente son estos los países donde el debate político, la intervención del Estado y la resistencia de las elites tuvieron una mayor profundidad durante estos años. Al fin y al cabo, sociedades inconformes y peleadoras construyeron gobiernos a su imagen y semejanza.
Fede Vazquez


sábado, 24 de diciembre de 2011

Brindar por brindar

Brindemos todo lo que poda­mos brindar. Brindemos por brindar.
Brindémonos. Que todo el mundo brinde lo me­jor que tenga para brindar.
Que cada uno brinde su aporte. Que el mundo brinde oportuni­dades; que
los economistas brinden soluciones; que los comerciantes brinden mejores; que la escuela brinde herramientas que sirvan; que el fútbol brinde
espec­táculo; que los políticos no brinden espectáculo. Que los horóscopos
brinden bue­nas noticias en Amor; que los pro­nósticos no brinden fantasía; que
los hospitales públicos brinden la mejor atención; que las empresas privatizadas brinden mejores servicios. Que los vecinos se brinden ayuda; que los padres brinden apoyo a los maestros; que los maestros brinden apoyo a sus alumnos; que los alum­nos se brinden ayuda entre ellos. Que los automovilistas no brin­den mucho si van a conducir; que la televisión brinde algo más. Que se
les brinde tierra a los sin tierra, techo a los sin techo, alimen­to a los subalimentados. Que los sueños brinden realidad; que la realidad brinde
algunos sueños. Que la industria brinde trabajo bien remunerado. Que las
fronteras no brinden mu­ros; que a las víctimas se les brinde justicia. Que
los lectores sigan brindando su tiempo para la lectura. Que los libros
brinden libertad. Que los libreros brinden ofertas. Que la historia
brinde lecciones. Que la naturaleza nos brinde sus disculpas; que nadie
tenga que pedir disculpas por brindarse a su propia naturaleza. Que los
gobernantes se brinden a los ciudadanos. Que las personas se brinden
con­fianza; que los que se brindan por entero al prójimo sean festejados.
Que a nadie le falte un festejante con quien brindar. Que el pasado nos
brinde expe­riencia; que la experiencia no nos brinde sólo canas. Que el
Primer Mundo brinde un buen trato al Ultimo Mundo; que no se brinden acuerdos en desacuerdo con el mundo. Que haya más brindados y menos blindados. Que brindar por la paz sea más que una frase hecha. Que la política brinde la posibili­dad de evitar las guerras. Que ningún gobernante, por brin­dar de más, inicie una guerra. Que los soldados brinden en sus casas con sus
familias. Que la familia brinde un lugar para ser feliz. Que la vida nos brinde siempre otra oportunidad. Que todo el mundo brinde. Que cada uno brinde su aporte.
Brindemos. Brindemos todo lo que podamos brindar. Brindémonos.
Antes del brindis, después del brindis, brindemos un tiempo mejor.
Brindemos un futuro. Brindemos mañana: que todas las Noches pueden ser
Buenas, si cada uno brinda al mundo lo mejor que tiene para brindar. Nadie
nos quita lo brindado.
Por Mex Urtizberea

Sí, por lo menos, soñar

Sí, aquí la nieve. Navidades blancas nos esperan. Bueno, no tan blancas, los nubarrones acechan. Pero, esperanzas, siempre. Deseos, nunca el pesimismo. Pero la realidad... Europa... la civilización europea. En medio de la interminable, infinita discusión, Europa, aquella que salió en sus mares, en carabelas, a “enseñar su cultura” y se llenó de ira, plata y esclavitud para deshacerse a sí misma en guerras, en horcas y trincheras. A pesar de los filósofos y su búsqueda de la “paz eterna” y de su religión que nos enseñaba la “bondad”. Sí, la bondad de los pobres hacia los ricos.
Recuerdo ese ’45, ahora sí, todo será democracia y llegar a la comprensión infinita entre los pueblos. Recuerdo la caída del mundo soviético, ahora sí que el capitalismo demostraría sus frutos, la generosidad rebalsaría los bolsillos, democracia para todos. La actualidad... con una nieve cada vez más chirle y los bosques cada vez más pálidos y reducidos. Pero los autos, sí, los autos. Pese a la crisis, más autos.
Gente sin trabajo. La peor de las epidemias. Pero en los barrios bien no han disminuido las compras. Los artículos de lujo siguen sonriéndonos desde las páginas de las revistas situacionistas y de la televisión privada. Y en las escuelas y las plazas, menos niños. Y los pocos que hay están ante la pantalla. La Alemania del ’45 se convirtió en un país capitalista modelo que dicta recetas. La Unión Soviética en la Rusia de Putin, un maestro en meter la mula hasta en las elecciones mientras en Asia y en Africa se destrozan a palos y con bombardeos estratégicos. Anoche la televisión alemana inundó con lágrimas patrióticas la visita de su ministro de Defensa a Afganistán, donde fue a rendir homenaje a los soldados alemanes caídos durante la ocupación de ese país asiático. Decenas de jóvenes muertos por el ansia occidental y cristiana de demostrar que la única fórmula de vida es la que trata de enseñarnos Occidente desde el tiempo de los romanos. La crueldad de enviar jóvenes uniformados a países desconocidos a hacer cumplir las reglas de Occidente que dicta Estados Unidos. Jóvenes uniformados muertos en todas las latitudes desde siempre. Para ser todos occidentales y cristianos.
La crisis económica que inunda los comentarios de todas las publicaciones. Las distintas fórmulas capitalistas para salir de la crisis que dentro de diez años nos llevarán a otra crisis. En un planeta cada vez más raquítico.
Los diarios alemanes traen en primera página un informe del gobierno: “Uno de cada siete alemanes está amenazado de caer en el nivel de pobreza”. Y es el país más seguro de Europa.
¿Seguimos esta descripción o paramos aquí y comenzamos a sembrar optimismo ya que estamos en las fiestas y a hablar de sonrisas y esperanzas? Sí, podríamos parar aquí con esta actualidad de desocupación y miedos de futuros de miserias, corridas y vidrieras rotas y visitar colegios con sus coros infantiles navideños o fiestas de ancianos que se reúnen para obtener fondos y ayudar a los niños huérfanos africanos. O felicitar a un núcleo de artistas plásticos que ofrecerán sus obras en beneficio de los vagabundos en las ferias de Navidad junto a bombones, tortas navideñas y luces de colores. Y sonreír y pensar con optimismo: el ser humano es invencible, nunca se da por derrotado. Pese a Putin, el presidente Obama, Berlusconi y Bin Laden.
Las campanas de las iglesias siguen tocando en vano. Que sigan tocando, por lo menos incitan a recordar, a levantar en vuelo a las aves, a meterse entre el ruido de los motores.
Sí, piso la nieve de esta aldea alemana con siglos de historia. Está como si nada hubiera ocurrido en el mundo. Su bosque blanco de nieve, sus techos resplandecientes de blancos puros. Y las luces de sus ventanas. Todo en orden por esas calles por las que cada veinticinco años desfilaba una generación de jóvenes uniformados a marchar “al frente”, contra el “enemigo”. Resuelvo no pensar más en la historia, sino sumergirme en la poesía y luego matizarla con música, sí, Schubert y Schumann. Luego, con un buen vino del Rin, ensayar algunas danzas con mi mujer. Todo un poco clásico. Justo me tocan el timbre, el correo: un libro sobre las villas miseria argentinas de un escritor amigo. Y ahora me golpean la puerta: dos damas bien vestidas que hacen una colecta para agrandar el hogar de vagabundos de la zona cuyo número ha aumentado con la crisis. “Vamos a tener un invierno muy crudo”, me dice una de las damas con acento maternal y mirada severa, “esa gente ya no puede dormir en la calle”. Las invito a pasar porque entra mucho frío por la puerta abierta, pero no aceptan porque me dicen que les queda mucha tarea todavía. La única respuesta sólo puede ser la mano que va al bolsillo. Anotación y firma. Todo correcto.
Me siento. No me queda otra cosa que cavilar. Empleo esa palabra porque me parece sabia. Cavilar, pensar, meditar, soñar... pienso, pero casi grito: ¡actuar! Y me asomo por la ventana para seguir la marcha de esas dos mujeres que pese al frío salen a la calle a pedir por vagabundos de los cuales no conocen ni el nombre.
El cartero, junto al libro, me ha entregado una revista argentina que recuerda el 2001 aquel. No puedo dejar de recordar las asambleas barriales. ¡Qué momento inolvidable! Los soñadores vinos todo un futuro: esas viejitas hablando por primera vez en esa masa que se juntaba por necesidad de soluciones. Esos jubilados que ya no hablaban de sus jubilaciones sino de chicos con hambre y que no había que conformarse solamente con hablar, esos jóvenes que pensaban armar colectivos para construir casas... qué imágenes. La repentización de las masas. Sonrío. Sí, hay algo también en el ser humano, hay algo que nos puede llevar a lo racional, lo moral, el hallazgo definitivo de la no violencia en la sociedad. A la ética de la mano abierta y no la de los “countries”.
Me miro con mi mujer, nos hacemos un guiño, ella vuelve a poner música de Schubert y yo levanto las manos para iniciar una danza de esas clásicas, con reverencias, pero también ensayando abrazos.
 Por Osvaldo Bayer desde Bonn, Alemania



viernes, 23 de diciembre de 2011

Ana Prada: Camalote sueltos

Es una de las cantautoras más personales del Río de la Plata. Su música se encarga de revisitar la milonga, la zamba y los ritmos del Litoral con una mirada absolutamente contemporánea. Una mirada donde caben tanto su infancia rural en Paysandú como los bares modernos de Montevideo. Ahora, después de sus celebrados dos discos, se prepara para volver al ruedo con su primer DVD en vivo: Soy.
Por Martín E. Graziano agosto 2011, 18
No hay forma de escapar de uno. Ana Prada, que nació y creció entrando a los campos de Paysandú, se fue a la gran ciudad para estudiar psicología. Allí en Montevideo leyó mucho y se cultivó, frecuentó los bares y escuchó a los cantautores más vanguardistas. Sin embargo, cuando se sentó por primera vez a escribir una canción, apareció el trigo dorado y corrieron las aguas del río Queguay. Salieron aires de zamba, de chamamé y de milonga. “No era una búsqueda consciente –dice Ana-. Al contrario, cuando empecé no quería componer folklore porque mi mundo no tenía nada que ver con eso. Yo trabajaba con Rada para niños, estaba vinculada a un montón de músicos del Uruguay que tenían más que ver con el candombe y el rock. Entonces me daba cierta vergüencilla ese lado, y no lo mostraba justamente por eso”.
Desde luego, los años en la ciudad no habían transcurrido en vano. Las formas folklóricas que comenzaron a aparecer no tenían un corte ortodoxo, sino que estaban atravesadas por texturas pop y una irreverencia urbana que lentamente se fue soltando. Había algunas referencias ineludibles: Ana Prada es prima hermana de los Drexler, que la fueron animando en el oficio y se transformaron en faros de orientación para su cancionística. Otro de los grandes empujones de confianza fue de Liliana Herrero, que grabó su canción “Tierra adentro” cuando aún era una autora inédita. El espaldarazo la animó y salió al ruedo por primera vez como solista, luego de años como corista o formando parte de grupos como el cuarteto vocal La Otra. De inmediato sorprendió no sólo su capacidad para acuñar melodías memorables, sino también –y sobre todo- su intención de canto, capaz de conjugar vulnerabilidad con seguridad. Un color diáfano pero tensado como las cuerdas de su guitarra.
Finalmente, en 2005 entró a grabar su primer disco, producido por Carlos Casacuberta. Unos meses más tarde, Soy sola se editaba tanto en el Uruguay como en Argentina y alcanzaba una repercusión inesperada. Un respaldo tanto de la prensa especializada como de un público cada vez más numeroso. Tres años después vendría su sucesor, y si Soy sola era una afirmación de identidad, este era aún más elocuente: Soy pecadora. Por eso no extrañó que ahora, al momento de pensar un título para su primer DVD en vivo (registrado en el Teatro Solís de Montevideo), se inclinara por el infinitivo: Soy.
-¿Por qué decidiste definirte de manera tan tajante?
-Primero empezó como una especie de chistecito, porque yo trabajaba en talleres con gente grande y todo el tiempo escuchaba señoras que decían: ‘porque yo soy sola, m’hija…’. Y me encantó como sonaba desde el punto de vista fonético. Después me gustó porque era mi primer trabajo solista, y se enganchaba todo por ahí: lo que es ‘ser’, solos somos todos solos. Ta, olvídalo, más que esto en esta vida no vas a ser: naciste en este envase y chau. Entonces apuntaba desde el título a que todo mi universo privador estuviera puesto en el disco de alguna manera. Después, Soy pecadora surgió por una frase que dije espontáneamente. Yo tengo una agenda donde colecciono los santitos que me van llegando, y si no los guardo creo me va a pasar de todo. Es más una especie de amuleto que de santo de iglesia. Y una vez venía hablando mal de alguien y en ese momento se me cayó la agenda: ‘ayyyy… ¡soy pecadora! –grité-. ¡Los santitos huyen de mi agenda!’. Estaba cocinando en Montevideo, con Elvira Rovira (co-autora de muchas de sus canciones). Ella me dijo ‘paaa, esto es una frase para una canción!’. La anotó y mientras seguimos cocinando y tomando un vinito, arrancamos haciendo la canción.
-Soy pecadora, ¿es fruto de qué circunstancias?
-Después de que Soy sola sale al ruedo y empieza a abrirse camino, me empezó a generar un montón de procesos internos. Primero tuve que dejar de trabajar en lo que trabajaba, y después sufrí una separación de pareja. Eran muchas rupturas, cambios de vida. Además me fui para España, salió el disco editado allá y conocí muchos músicos,  universos sonoros y otras formas de acercarse a la música. Conocí otros lugares del mundo y se me abrió muchísimo la cabeza en ese sentido. Entonces sentí que Soy sola me había marcado un camino. Fue como: ‘mirá m’hija, ahora arrancá por acá y dejate de jorobar’.  Ahora este disco me encuentra más crecida, andada y fortalecida a través del dolor. Me la estoy jugando por esto, voy a poner todo acá y aparte, hete aquí que ‘oh, me gusta’. Es mi vida. Y a partir de que me animo a decir “Soy pecadora” y me animo a poner determinadas cosas en el tapete, como que el disco se redimensiona.
-¿Pensás en un interlocutor para tus canciones?
-No, para nada: pienso en la emoción que me genera esa canción. Digo, la idea de una canción  surge de una emoción fuerte. Vivida, propia o contada, pero tenés que estar embebido de eso para empezar a construir una canción. Y si yo me pongo a pensar ‘voy a hacer una canción para que le guste a fulano o a zultano’, prefiero no hacerla porque inmediatamente me voy a reprimir. Voy a agarrar para un lado equivocado y me va a quedar una porquería. Ahí me alejo de la autenticidad y la honestidad, por eso no me interesa pensar a qué público le va a llegar. Si le gusta, bienvenido. Y si no, no.
-¿Y cómo es tu público?
-Creo que es bastante amplio, aunque la verdad es mayoritariamente femenino. Se da mucho esto de que las cantantes mujeres tenemos un público sobre todo femenino… Lo que pasa es que el artista es un recipiente que genera depositaciones. Tú te paras en el escenario y la gente se imagina cosas de vos; te pone cosas en función de tu música, de tu energía, de tu cara, de tu todo. Y para una mujer es más fácil generar identificaciones con otras mujeres, quizás porque siempre hay algunos códigos. Además, cuando uno va a ver un músico, ese alguien me tiene que enamorar. Me tiene que generar algo. Igual, más allá de eso, también me está pasando en el Uruguay que ahora tengo mucha gente grande. Señoras, Doña Tota, del almacén de la esquina. Y eso es lo que más me gusta, porque yo no soy intelectual.
-Bueno, pero sos psicóloga…
-Lo que quiero decir es que no baso las canciones en eso. Yo hago las acciones que me generan determinada emoción, determinada alegría, tristeza o lo que sea. Y si esa emoción le llega a alguien de una manera sencilla o directa, para mi es mucho mejor. Yo creo que un poco eso es lo que buscamos todos: tratar de universalizarnos lo más posible. A partir de algo propio, que eso sirva para otros.
Tierra adentro
Para el arte de aquel primer disco, donde decidió verter todo su universo privado, Ana eligió retratarse en medio de un paisaje rural. Poner su poderosa melena rubia entre girasoles, caminos de tierra, galpones y un aljibe medio abandonado. Parecía ser, claro, una forma de reconocerse en su Paysandú natal. Pero los corazones de los hombres son complejos, y no en vano Bioy Casares y Silvina Ocampo bautizaron a uno de sus libros como Los que aman, odian. A ese mismo paisaje que pareció rendirle un tributo crepuscular, en el siguiente disco se encargó de hacerle un ajuste de cuentas. Allí se ve una historieta que, debajo de su apariencia naif y en el contexto de un parque de diversiones pueblerino, cuenta cómo cada vez que obtiene placer debe desgarrarse. “Es muy simbólico para mí –dijo Ana en una entrevista publicada por Página 12-. Yo sufrí mucho en mi adolescencia, en mi juventud y he pagado el pato de eso: te quedan secuelas a lo largo de toda la vida, secuelas que te hacen síntoma en un montón de cosas y que tienen que ver con asumir tu sexualidad, tu placer, tus amores”.
-¿Cómo te relacionabas con el paisaje de tu juventud, tan presente en tu obra?
-Yo siempre fui muy india, en el sentido de que siempre tuve contacto con la naturaleza. Incluso me crié en las afueras de Paysandú -que de por sí es una ciudad pequeña-, entonces mi casa estaba rodeada de terrenos baldíos. Por eso todos mis juegos, toda mi vida lúdica de infancia, se desarrolló afuera y en contacto con la naturaleza. Llegaba de la escuela, tiraba el portafolio y me juntaba con la barrita del barrio, donde había de todo: desde gente muy humilde hasta no tanto, todos conviviendo. Había huerta, gallineros, caballos: un ambiente típico suburbano de ciudad del interior. Incluso después viví en el campo mismo, porque mi padre es ingeniero agrónomo y, cuando trabajó en una estancia muy grande, allí nos fuimos a vivir con toda con la familia. Después me fui a estudiar a Montevideo hasta que terminé recibiéndome en psicología.
-¿Y la música?
En casa siempre hubo mucha música y cantábamos entre todos. Mi padre, Chiquito Prada, es un gran ejecutante: canta y toca muy bien la guitarra. Y en casa siempre había reunión de amigos de mi viejo, que formaban grupos tipo Los Chalchaleros o Los Fronterizos. Me acuerdo que era chiquita y me dormía agarrada de la pollera de mi madre, o en su falda, escuchando esas canciones desde muy chiquitita. El éxito de la reunión era que terminara en una fiesta, en una cuestión cantada. Por eso, de alguna manera, siempre se me asoció eso de cantar y de compartir con amigos la música como algo lindo, festivo, también social y de integración. También recuerdo que mis abuelos -por parte de padre-, eran maestros rurales y trabajaron muchos años con la UNESCO, haciendo planes de alfabetización por Latinoamérica. Entonces nos mandaban muchas cosas de música latinoamericana. En una de esas nos mandaron un grabador, un JVC de los grandes. Entonces con mi viejo, cuando yo estaba entre mis 5 y mis 8 años, grabamos un cassette de canciones infantiles. Era todo muy solemne: de vez en cuando iba y le decía a mi papá ‘vamos a grabar esta canción’. La ensayábamos, íbamos con mis hermanos al cuarto y lo grabábamos con mucha responsabilidad. Ese momento era sagrado.
-¿Cuándo ingresas al mundo de la música de modo más formal?
-Profesionalmente, con Daniel Drexler, que somos primos hermanos. Nosotros compartimos una casa en La Paloma, y siempre se daba en esos veranos de la adolescencia de quedarnos nosotros con los tíos, y ellos con nosotros. Ahí empezaban a surgir canciones. Todo el mundo empezaba a tocar la guitarra y a cantar. Daniel ya componía, entonces cuando tocábamos en ese ambiente doméstico, yo le hacía coritos. Después, cuando Daniel armó su banda, me dijo ‘vení a cantar conmigo’. Yo me negaba a cantar delante de la gente pero aquel, que es bastante insistente, me agarró de la orejita y me puso delante del escenario.
-¿Qué otros artistas fueron realmente formativos para vos?
-En realidad, creo que toda la música que uno viene escuchando va generando una impronta desde donde empezás a escribir. Yo tuve como dos etapas en la música. Una mientras vivía en Paysandú, con más influencia de la música argentina que uruguaya. Llegaba mucho Fandermole, Baglietto, Verónica Condomí, Liliana Vitale. Entonces, a los a 14 o 15 años, conocía a toda esta gente y no conocía a Darnauchans, por ejemplo. Recién vine a conocer toda esta camada de compositores urbanos uruguayos en Montevideo, cuando me vine a vivir. Incluso los conocí de una manera directa, porque paraba en el mismo boliche que paraba Darnauchans. Terminábamos con grandes tertulias ahí en El Lobizón, y yo, que tenía 19 o 20 años, estaba robando rueda y aprendiendo como loca. Incluso con Fernando Cabrera nos hicimos amigos… En Uruguay se da mucho esa relación directa. Somos un país muy pequeño, con mucha influencia de los grandes que tenemos al costado: Brasil y Argentina. Por ejemplo, mientras vivía en Paysandú yo me crie mirando ATC.
-Otra cosa interesante es que si bien en Uruguay es posible determinar un linaje de cantautores, muchos son un mundo en si mismos: raras avis.
-En mi humilde opinión, lo que pasa es que dentro de la canción hay mucho hermetismo. Hay mucha búsqueda del acorde complicado, de la melodía difícil. Por eso la canción uruguaya de cantautor es como de una determinada elite que puede comprender ese tipo de melodías dificilísimas, de armonías a contrapelo que lejos de que la canción fluya es como que la trancan. Ahora está surgiendo un montón de gente joven que tiene mucha más sencillez, que para ser un buen cantautor no tiene que aplicar esa fórmula de la canción difícil. Antes te podías merecer un insulto como, por ejemplo, ‘uy, muy linda tu canción… podría ser argentina’. Personalmente, yo quiero componer melodías sencillas, lindas. En ese sentido, agradezco profundamente mi influencia de la música argentina.
-¿En qué medida fue una ventaja y en qué medida una contra demorar tu largada como solista?
-Cada vez que me subo al escenario me doy cuenta de que es filoso. Que es muy sensible. Que hay que estar muy maduro para subir desde una propuesta personal y decir las cosas que salen del alma. Cada uno tiene su proceso de maduración y su momento. Yo laburé pila con otros grupos, siempre metida en un proyecto donde iba como en el borbollón. Disfrutando y aprendiendo muchísimo pero, al mismo tiempo, aún sin sentirme preparada. Ahora estoy preparada.

Arqueología de las asambleas populares

En 2002 llegaron a existir más de 200 sólo en Capital y el conurbano. Un fenómeno social que nació al calor de la crisis de 2001 y hoy languidece.
Las asambleas de vecinos fueron una de las expresiones sociales más interesantes de los últimos años. Surgidas al calor de la crisis de 2001, como una respuesta local a los efectos de un modelo económico en decadencia, llegaron a existir alrededor de 250 sólo en Capital y el conurbano. Hoy quedan pequeños vestigios de lo que fue un movimiento multitudinario, conformándose algunas como espacios vinculados a partidos, mientras que otras siguieron un camino fomentista en permanente relación a problemáticas locales.
El ruido de las cacerolas golpeando en las calles y el grito “¡Que se vayan todos!” sintetizan una irrenunciable escena de lo ocurrido el 19 y 20 de diciembre. Cristina Oleada, quien formó parte de la Asamblea de Almagro recuerda: “Los vecinos empezamos a salir a la calle, a las esquinas desconociéndonos los unos a los otros, no teníamos vínculo previo. Ese fue el inicio de la salida a la calle porque fue una defensa a lo que todos vivimos como un ataque”. La imposición del estado de sitio por parte del gobierno de De La Rúa encontró una resistencia que amalgamó a distintos sectores sociales y movilizó espontáneamente a muchos bajo la misma consigna. Sentimientos desencontrados de bronca, reivindicación y euforia confluían en ese paisaje aún difuso y violento. Para Osvaldo Avella, del barrio Villa Real: “era una mezcla de angustia, incertidumbre, no saber para dónde salir. Ya en ese momento había muchos vecinos que no tenían trabajo, gente viviendo del trueque. Ya estábamos en una situación de crisis”. Crisis que culminó con un estallido que dejaba poco margen para una solución institucional y que ponía de manifiesto la imposibilidad de un Estado reparador capaz de resolver los índices de desocupación, la pobreza, la desconfianza en el sistema. Los que hasta el momento habían sido objetos de un sistema que no daba respuestas, debían convertirse en sujetos de acción en la emergencia. “Cuando salías a la calle, te encontrabas con gente que venía de todos lados, con la misma rabia, con la misma decisión de no acatar el Estado de Sitio. Confluimos en la esquina de Medrano y Corrientes, en ese momento todo el mundo quería hablar con el mundo”, relata Cristina. La participación que en principio había surgido espontáneamente por virtud de la necesidad, fue configurándose de a poco hasta tomar la forma asamblearia: “Enseguida nos planteamos qué cosas necesitaba el barrio. Me acuerdo que había gente que tenía problemas para pagar la luz, gente que tenía problemas de desalojo, etcétera. Lo primero tuvo que ver con cosas de carácter muy local, con las necesidades concretas de los vecinos”, plantea Oleada. Así se formaron comisiones que respondían a las diferentes problemáticas de cada barrio en materia de salud, educación, trabajo, alimento, vivienda. Con el tiempo, las asambleas locales lograron una participación multitudinaria y fueron extendiendo su campo de acción ampliando su agenda a cuestiones nacionales y formando un ámbito de discusión inter barrial con la Asamblea General de Asambleas.
Pasado el momento de catarsis y llegada la posterior planificación, la participación de organizaciones partidarias no se hizo esperar. Eduardo Martínez, militante del Partido Obrero y miembro de la ex Asamblea de Parque Patricios opina que “Algunos partidos querían ningunear la asamblea, por ejemplo el PC o Libres del Sur, que tenían alguna tradición en el barrio, decidieron no participar, pero el resto de las organizaciones tuvieron una participación constante”. La Asamblea de Parque Patricios llegó a ser una de las más populosas de la ciudad y tuvo una importante presencia durante 2002. A partir de ese momento, sin embargo, ésta organización, así como otro centenar del mismo tipo, comenzó a languidecer. Las causas de la disolución fueron varias, aunque algunos vecinos argumentan que la injerencia partidaria fue el principal factor*. Para Osvaldo Avella: “la izquierda metió la cuchara, creo que cometieron muchos errores y por eso los vecinos se alejaron de las asambleas”*. Cristina Oleada coincide en que “los movimientos de partidos de izquierda intentaban cooptar las asambleas. Uno podía estar de acuerdo ideológicamente en algunas cosas, pero ellos jugaban una lucha interna entre los partidos por tener un lugar”*. Eduardo Martínez, por su parte, piensa que “es una mirada sesgada. Todos los partidos tratan de llevar adelante sus puntos de vista, una cosa es apelar al fraude o a la manipulación y otra es hacerlo de cara a los vecinos. En el caso de Parque Patricios no hubo ese tipo de conflictos porque desde el vamos quedó claro que podía tener participación cualquiera, la asamblea era a partidaria, no apolítica”*. Martínez sostiene que ese tipo de “mitología” fue impulsada por el ibarrismo (Ibarra era el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aieres por la ALIAZNA)1 y el radicalismo, cuyos participantes mantenían sus filiaciones políticas “más tapadas” e intentaban hacer “ganar a su camiseta”.
Los que quedaron y los que se fueron
La tarde de sábado es soleada y en la ex Pizzería “La Ideal” de Triunvirato al 4700 se está planificando una jornada conmemorativa. El lugar tiene un aire a cocoliche: la luz tenue contrasta con sus paredes despintadas y otras con venecitas multicolor. Al fondo se impone el largo mostrador desde el que despachaban los pedidos en otras épocas, y una pizarra que se adivina a un costado indica las actividades de la semana garabateadas en tiza. En ese lugar aún funciona la Asamblea de Vecinos Autoconvocados de Villa Urquiza. Elba y Teresa son dos vecinas que estuvieron desde sus comienzos: “la asamblea fue a fines de diciembre de 2001. Se empezó a juntar la gente en la Plaza Echeverría; éramos mucha gente en ese momento y decidimos tomar la plaza. Vinimos dos veces, porque una vez la desalambramos, a los días la volvieron a alambrar y la volvimos a desalambrar otra vez. Llegó así el invierno del 2002, nosotros nos reuníamos todos los martes, hacía mucho frío para esa época, entonces encontramos este local, abandonado hacía años, lleno de ratas, horrible. Decidimos en una de las asambleas que lo íbamos a tomar. Después de muchos martes de discusión lo tomamos, y aquí estamos”. Alrededor de 400 vecinos habían tomado parte del heroísmo en la desesperación. Muchos de ellos ya no están. Pero el espacio, lejos de reducirse, se amplió y albergó a otras asambleas barriales y proyectos culturales. Hoy funcionan allí dos bibliotecas, el Centro Cultural Maximiliano Kosteki y la Fabricicleta, proyecto vinculado a la Masa Crítica para, entre otras cosas, posibilitar una salida laboral a través de la enseñanza del oficio de bicicletero.
La suerte y el tiempo hicieron que las asambleas recorrieran caminos distintos. Algunas como la de Flores se plegaron a movimientos partidarios como el MST, otras continuaron como emprendimientos auto gestivos, actividades culturales y sociales vinculadas a una agenda local. Incluso una posterior experiencia cooperativista como la de La Alameda dan muestra de la plasticidad que adquirieron estos movimientos. En este caso, la ex asamblea de Parque Avellaneda se forjó como un proyecto que supo conciliar horizontalidad e independencia de los poderes públicos, incluyendo un plan de trabajo enfocado a talleres textiles, trata de personas y trabajo esclavo.
En la mayor parte de los casos, sin embargo, el camino de estas organizaciones quedó truncado en una conjunción de desgaste, nuevas delegaciones en política y desencuentros organizativos. Elba opina que “hay varias cosas para tener en cuenta, uno piensa lo que fue la rebelión del 19 y 20 de diciembre y lo que siguió. Existía una cuestión espontánea, muy válida por cierto, cuando aparece el estado de sitio otorgado por De la Rúa. Pero después hay que pensar en los procesos, en cómo se dan y como van a seguir, a mi me parece que uno de los problemas grandes que tuvimos con las asambleas fue organizativo”.
La imposibilidad de tomar una forma organizativa propia y la negativa a reproducir prerrogativas partidarias, fueron la contrapartida de una primigenia espontaneidad que terminó conspirando contra su supervivencia: “la opción era encontrar una forma organizativa propia, pero nosotros hacíamos mucho trabajo resistiendo a la forma organizativa que nos proponían los partidos, porque si no nos teníamos que disolver dentro de los partidos. Creo que se gastó mucha energía ahí, que se podría haber usado en llegar a alguna forma de consenso para llegar a algún tipo de organización mejor”, considera Cristina Oleada.
Las sucesivas transiciones de gobierno y el arribo a una etapa de mayor estabilidad también indujeron a que muchos volvieran a depositar su confianza y redirigieran sus esfuerzos a otros horizontes: “creo que el gobierno de Néstor y Cristina es el emergente, de muchas cosas que planteaban las asambleas; la política de Derechos Humanos, por ejemplo y la recuperación de las empresas públicas. Los primeros que pidieron la caída de la Corte Suprema fueron las asambleas barriales. Creo que hay una fuerte recuperación de la política, y creo que muchas de las medidas que ha tomado este gobierno, vienen de las discusiones asamblearias”, concluye Osvaldo Avella. No tan optimista, Cristina opina que “gente entra a hacer un voto de confianza porque es más cómodo. La gente cerró un ojo y entornó el otro para seguir adelante”
Piquete y cacerola, la lucha es una sola
Osvaldo Avella recuerda vívidamente: “Hubo una marcha multitudinaria de los piqueteros que vino desde Avenida Rivadavia hasta el Congreso. Estaban D’ Elía y Alderete. Las asambleas de vecinos nos planteamos recibirlos cuando pasaran por cada barrio. Recuerdo que fue hasta el lugar Marta, una vecina del lugar que les llevó una docena de medias lunas para darles a los piqueteros que pasaran”. Esa escena, que hoy podría resultar inverosímil, no era excepcional diez años atrás. La confluencia entre ambos sectores bajo la consigna “Piquete y cacerola”, proyectaba la unión de las reivindicaciones del movimiento de desocupados, con las asambleas. Slogan que se materializó más firmemente en los barrios de la zona sur de Capital con la conformación de un movimiento propio. Como explica Eduardo Martínez: “Nosotros planteamos desde el principio que no habían diferencias entre un vecino de clase media y un vecino desocupado. No hubo un choque entre sectores, sino que todos participaban en las convocatorias populares”.
Enrique, vecino de Villa Urquiza, sostiene que la composición socio-económica de las asambleas no era exclusivamente de clase media: “la conformaciones de la clase media pertenecían a las asambleas de Zona Norte, nosotros entrevistamos a un compañero de una asamblea de San Telmo y esa asamblea se formó con los más lumpen del barrio, y la participaba porque era su barrio” Elba coincide en la heterogeneidad de las organizaciones: “cuando uno habla de clase media piensa un grupo con un poder adquisitivo un poco mayor, en esta asamblea había trabajadores, había de todo, gente que podía tener título o no, gente que podía llegar a tener algún conocimiento político o no. Decir que nuestra asamblea estaba constituida por gente que pertenecía a la clase media acomodado no es correcto, porque estaba constituida por mucha gente, gente desocupada”. Ese nuevo actor social que aglutinaba sectores que hoy parecen irreconciliables era el desocupado. Bajo ese paraguas ambos movimientos permanecieron uniendo fuerzas, debatiendo, buscando soluciones conjuntas. Sin embargo, esa percepción de objetivos comunes se fue disolviendo con el tiempo. Teresa recuerda que en Villa Urquiza mantuvieron “muchas charlas con piqueteros cuando tomamos la plaza. Fueron interesantes, estábamos de acuerdo con ellos, después esa misma clase media fue cambiante, veía un piquetero y se asustaba o un cartonero y se asustaba”.
La recuperación del salario fue un actor importante que provocó, no sólo la desmovilización, sino también la disgregación de una parte importante del movimiento asambleario, principalmente de los sectores medios. Algunos vecinos que formaron parte de esos proyectos coinciden como Osvaldo en que: “Cuando la clase media consigue trabajo, se olvida de todo lo que reclamaba. Me acuerdo cuando fue la muerte de Kosteki Santillán todas las asambleas se movilizaron juntas y teníamos una vecina con una educación muy cerrada. Cuando llegamos a la Plaza de Mayo, cae al rato Cristina y me dice: ‘vine caminando con los piqueteros y no tuve miedo’. Esa misma clase media cuando empezó a recomponer, es la misma que se queja cuando se cortan las calles, cuando antes formaban parte e incluso lo alentaban. Cuando la clase media comenzó a tener trabajo, se olvidaron de los piqueteros”. El olvido sin embargo, no pudo superar algunas huellas que, aunque dispersas y debilitadas, aún pueden dar cuenta de una expresión pujante que supo movilizar a muchos.
*El subrayado es nuestro
+Cursivas nuestras

jueves, 22 de diciembre de 2011

El pelo es una extensión del sistema nervioso. Por qué los indios se dejaban el pelo largo.

Nuestra cultura lleva a la gente a creer que el estilo de pelo que llevan es una cuestión de preferencia personal; que su estilo de pelo es un asunto de moda o conveniencia y que cómo la gente lleve su pelo es simplemente un asunto de estética. Pero en la guerra de Vietnam,  se tenía una visión completamente distinta y que ha sido cuidadosamente ocultada al público general.
A comienzos de los noventa, Sally W. casada con un sicólogo licenciado que trabajó en el hospital médico VA. Trabajaba con veteranos de combate con desórdenes de estrés post-traumático y muchos de ellos habían servido en Vietnam.
Sally dice: “Recuerdo claramente   una noche cuando mi marido regresó a nuestro apartamento en la zona médica llevando un portafolios muy grueso oficial en las manos. Dentro había cientos de páginas de ciertos estudios comisionados por el gobierno. Estaba en estado de shock por el contenido de esos documentos. Lo que él leyó en ellos cambió su vida completamente. Desde ese momento mi marido, que era un ciudadano conservador, se dejó el pelo y la barba largos y nunca volvió a cortárselos. Lo que es más, el Centro Médico VA le dejó hacerlo y otros hombres conservadores del equipo siguieron su ejemplo. Como leí aquellos documentos, esto es lo que aprendí en ellos.
Parece que durante la Guerra de Vietnam, las fuerzas especiales en el departamento de guerra habían enviado a expertos para seleccionar a hombres de las reservas indias de América que fueran guerreros con talento, hombres jóvenes que se movieran bien sobre el terreno de guerra. Buscaban hombres con capacidades excepcionales, casi sobrenaturales. Antes de tratar de convencerles a unirse a ellos, eran cuidadosamente seleccionados por sus capacidades de rastreo y supervivencia.
Con los camelos habituales y bonitas frases se les trataba de ganar para la causa. Una vez de que formaban parte de las filas, algo increíble ocurría. Cualesquiera que fueran sus talentos y capacidades en la reserva, parecía que misteriosamente desaparecían, y eso ocurría una y otra vez cada vez que se les seleccionaba.
Los fallos continuados llevaron al gobierno a contratar unas pruebas muy caras para dar con lo que estaba ocurriendo.
Al iniciar esas pruebas se vio que cuando se les preguntaba sobre su incapacidad para hacer aquello que se esperaba de ellos, los hombres mayores contestaban una y otra vez que eso se debía a sus cortes de pelo militares y que no podían “sentir” al enemigo, ni acceder a su “sexto sentido”, su “intuición” y que por eso sus sentidos no podían ser fiables, ni ellos podían “leer” las señales más sutiles, ni acceder a información extrasensorial de tipo sutil.
Así que el instituto que hacía las pruebas seleccionó a más rastreadores y les dejaba el pelo largo y les probaba en múltiples tareas. También compararon a dos hombres juntos que habían recibido los mismos puntos en todos los tests. A uno le dejaban el pelo largo y a otro le daban un corte de pelo militar. Luego a los dos hombres les volvían a valorar.
Una y otra vez el hombre con el pelo largo mantenía los mejores resultados. Una y otra vez, el hombre con el pelo corto fallaba en las pruebas en las que antes había mostrado buenos resultados.
Aquí está una prueba típica:
El seleccionado está durmiendo en los bosques. Un enemigo armado se aproxima cuando el hombre duermen. El hombre de pelo largo se despierta de su sueño con un fuerte sentido del peligro y se aleja antes de que el enemigo esté cerca, antes incluso de que se escuche al enemigo o su paso sea audible.
En otra versión de este test el hombre de pelo largo siente que algo se aproxima y de alguna manera intuye que el enemigo le atacará físicamente. Sigue su sexto sentido y se queda quieto pretendiendo dormir, pero rápidamente agarra a su atacante y le “mata” cuando éste intenta “estrangularle”.
Este mismo hombre, después de haber pasado esta  y otras pruebas similares, recibe un corte de pelo militar y empezaba a fallar constantemente en las pruebas que antes había aprobado.
Así que el documento recomendaba que todos los rastreadores indios estuvieran exentos de los cortes militares. De hecho, se requería que los rastreadores tuvieran el pelo largo.
Comentario
El cuerpo del mamífero ha evolucionado por millones de años. Las capacidades de supervivencia humana y animal parecen a veces sobrenaturales. La ciencia está constantemente descubriendo capacidades más increíbles orientadas a la supervivencia. Cada parte de cuerpo tiene un trabajo altamente sensitivo que realizar para la supervivencia y el bienestar del cuerpo en su conjunto. El cuerpo tiene una razón para cada parte de sí mismo.
El pelo es una extensión del sistema nervioso, puede ser correctamente visto como “nervios exteriorizados”, un tipo de “hilos sensitivos” altamente evolucionados o “antenas” que transmiten una enorme cantidad de información al cerebro, al sistema límbico y neocortex.
No sólo el pelo de la gente, incluyendo el facial en los hombres, ofrece un camino para que la información llegue al cerebro sino que emite energía, energía electromagnética emitida por el cerebro al medio ambiente exterior. Esto ha sido visto en fotografía Kirliam cuando una persona es fotografiada con el pelo largo y luego re-fotografiada después de un corte de pelo.
Cuando el pelo es cortado, el envío y emisión de transmisiones desde y al medioambiente es altamente alterado. Esto resulta en “bloqueo de información”.
Cortar el pelo es un factor que contribuye a que no percibamos el estrés medioambiental en nuestros ecosistemas locales. También contribuye a insensibilizarnos en las relaciones de todo tipo. Contribuye a la frustración sexual.
Conclusión
Buscando soluciones para tratar la locura de nuestro mundo, puede que haya llegado el momento de que consideremos que muchas de nuestras asunciones básicas sobre la realidad son incorrectas. Puede que una parte importante de la solución sea mirarnos a nosotros mismos a la cara cada mañana cuando nos vemos en el espejo.
La historia de Sansón y Dalila de la Biblia parece tener mucha verdad codificada que decirnos. Cuando Dalila le corta el pelo a Sansón, el invencible Sansón es por primera vez vencido.

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