La intención de la revista Sudestada era abrir el debate y en buena hora se ha abierto sobre lo que nosotros suponemos una “crisis” que atraviesa la izquierda en Argentina, en la cual nos incluimos. La respuesta de Dal Maso tiene el mérito de hacerse cargo del debate y hacerlo en buenos términos (sin dejar de ser duro en las críticas), cosa que creemos fundamental para superar las miserias propias de la izquierda.
Por otra parte, nos hace ver lo poco que construyen los juicios apresurados en los que caemos sin darnos cuenta y que criticamos tanto. Por ejemplo, cuando decimos: "lo que no menciona (Dal Maso) es cómo tomar el poder, pero suponemos que sería votando al FIT", se trata sin duda de un comentario fácil, vulgarmente conocido como “chicana”. No dudamos que el PTS tenga una estrategia de poder, y bien lo introduce el autor en su artículo cuestionado. Se puede ver entonces cómo esta frase inapropiada no sólo es irónicamente falsa, sino que además desvía el eje de la discusión, lo cual no sirve a ninguna de las dos posturas.
Otra cosa que nos hace ver Dal Maso es que no se puede aventurar un juicio duro sin presentar argumentos claros. En todo el recorrido de la nota se dice que existe una crisis de izquierda, pero no se aclara por qué se la considera crisis. De hecho, lo que criticamos de Dal Maso es justamente lo mismo, que no desarrolla una serie de consideraciones fundamentales por las cuales habría que votar al FIT. También nos hace ver que no se pueden hacer juicios globales cuando se desconocen experiencias importantes como las paritarias de alimentación mencionadas en su artículo (no así los casos de las fábricas recuperadas y del periódico Nuestra Lucha, que conocemos en profundidad).
Ahora, como respuesta a su respuesta, vayan los siguientes comentarios:
-La “proscripción” pone de manifiesto la principal contradicción del FIT. Lo que debería ser una alianza estratégica termina siendo y presentándose como un rejunte circunstancial. Para nosotros, no debería ser ésta la razón de ser de un frente de izquierda. La legalidad democrática burguesa siempre atenta contra las minorías y la mejor manera de combatirla es con la unidad firme de los revolucionarios. Por otra parte, las últimas elecciones en la Capital demostraron que la tarea ya no es dejar de ser minoría, sino al menos serlo.
-Si bien la nota enumera las causas que provocaron la supuesta crisis de izquierda, es cierto que no dice cómo se manifiesta. Está claro que una crisis implica algo más que una simple complicación, sino que implica un carácter de tipo estructural, es decir que la comezón se hizo enfermedad. En la nota se dice que la crisis se debe a la falta de comprensión de los procesos populares de los últimos diez años por parte de la izquierda (principalmente el trotskismo), sumado a las prácticas sectarias (demostradas en sus principales derrotas conocidas, pero también en las muchas experiencias que no llegaron a ser) y a un discurso anti-popular, pero no se dice cómo se manifiesta. Tal vez, lo que uno considera crítico es posible que el selecto círculo militante lo considere un simple inconveniente, provocado seguramente por las “condiciones de un contexto desfavorable”. Sin embargo, para nosotros la crisis se revela abiertamente en la ausencia absoluta de una alternativa socialista visible para las masas, en el desarrollo fragmentado y aislado de pequeñas experiencias de lucha que no llegan a constituir una corriente que dispute espacios de poder ni siquiera en la descompuesta CTA, en la aplastante derrota electoral sufrida por la izquierda partidaria justo allí donde tiene mayor inserción, en la división y competencia salvaje entre fuerzas políticas cuyos programas y prácticas apenas difieren, etc. De ninguna manera la crisis se expresa en la proscripción, o en tal caso, la proscripción expone la crisis de la izquierda. Ahora bien, ¿por qué decimos que el trotskismo, y el FIT como su expresión unitaria actual, son responsables privilegiados de esta bancarrota política?
-Se han esbozado en la nota una serie de críticas al trotskismo, pero no se han desarrollado en profundidad. En primer lugar, habría que decir que no son lo mismo todos los grupos que integran dicha corriente. En ese sentido, es posible que el PO sea su exponente más negativo. Fuerzas como el PTS, que integra Dal Maso, han demostrado una gran propensión al debate. En segundo lugar, hay que decir que muchos militantes trotskistas son parte indispensable de la lucha, así como muchas experiencias son hoy un ejemplo. Sin embargo, advertimos elementos y prácticas comunes que expresan una tendencia, y que nos permiten creer que existe una raíz teórica común. El primer punto en cuestión, del que creemos que surgen muchos otros, es la concepción particular de la relación vanguardia / masas, tomada mecánicamente de los procesos revolucionarios “más puros” del siglo pasado (descartando los aspectos positivos de otras experiencias complejas y contradictorias). En esa traslación a-crítica, surge un modelo “lúcido” que lleva a considerar el propio partido como el más preparado para dirigir la revolución, entorpeciendo la tendencia a la unidad y conformación de un futuro partido de la clase, donde cada corriente forme una tendencia en su interior, verdadera expresión de la multilateralidad de toda sociedad y de toda revolución. En vez de constituirse como destacamento de una futura organización, el trotskismo se comporta, a diferencia de lo que propone (algunos grupos más que otros), como un partido único en pequeño, al cual deberán sumarse posteriormente todos los revolucionarios. Como una más de las tantas disociaciones en las que suele caer esta corriente, la distancia sustancial entre las palabras y los hechos vuelve muy difícil la superación de esta deformación o confusión de tipo iluminista, y más difícil aún la posibilidad de un debate al respecto. A pesar de esto, la fuerza de los hechos confirma una tendencia, y para nosotros se expresa en la vehemencia con que cada grupo trotskista intenta dirigir al activismo independiente y a las masas no organizadas en general, desestimando (y a veces impidiendo) cualquier tipo de dirección colectiva. Es esta constitución del partido como Verdad absoluta la que genera las actitudes mezquinas que todos podemos ver en cada espacio que integra la izquierda convencional, y que hacen que todos los que no opinemos de la misma manera seamos considerados reformistas como Pianelli o enemigos del pueblo como Moyano y Caro. A su vez, esta actitud tiene un doble carácter negativo, ya que contiene un gran componente contagioso. Otros grupos terminan cayendo en las mismas prácticas con el fin de competir o defenderse de semejante imposición, lo que demuestra que tal desviación está latente en la mayoría de las organizaciones (leninistas o no, que quieren dirigir o que dicen no querer hacerlo). Lo siguiente que habría que analizar del trotskimo es su poca capacidad de actualizar el marxismo y adaptarlo a una realidad cada vez más compleja y fluida (no desestimamos el nivel teórico elaborado por estos grupos, sino la forma en que descartan una gran cantidad de corrientes políticas e intelectuales contemporáneos por diferencias secundarias). La disociación final es tan grande que el Partido Verdad no es capaz de comprender el clima social ni el conjunto de ideas que priman en determinado momento, provocando un alejamiento / aislamiento de sus organizaciones y militantes. Es probable que esto explique la conformación de un micro-clima, que necesita auto convencerse continuamente de su rumbo para sobrevivir como grupo, llegando a romper cada vez más con el conjunto social, y alcanzando formas de secta. Esto, que para nosotros es una falsa concepción de la vanguardia, lleva a que el militante, con el manual en el bolsillo (el programa de transición), señale siempre un paso posterior de la lucha, generalmente todavía no sentido por el sujeto que la impulsa, descartando u olvidando elementos fundamentales como la consolidación del grupo, la integración del militante con las masas, el afianzamiento de la lucha sobre la base de lo obtenido, etc. Todas las prácticas tan criticadas por el entorno (tal vez por eso Dal Maso dice que son lugares comunes) dan cuenta de un problema teórico político de fondo, muy difícil de indagar, y que de alguna manera nos responsabiliza a todos, en mayor o menor medida. ¿Seremos capaces de tomar la discusión de una manera responsable (por el tamaño de la empresa) y sincera?
-Finalmente, disentimos con Dal Maso cuando desestima (con fines electorales) el proceso que vienen dando los movimientos sociales surgidos de las luchas de fines de los 90 en su constitución como alternativa política (ver nota).Decir que estos movimientos son autonomistas y/o que derivaron en el kirchnerismo o en el reformismo es no conocer su complejidad (a propósito de tocar de oído). Sólo una parte de ellos fue cooptada por el kirchnerismo (así como muchos militantes de otras corrientes, incluido el trotskismo, también lo fueron), pero una gran parte (que sí piensa en una estrategia revolucionaria de toma del poder) creció enormemente en construcción política y en inserción real. Algunas pocas influencias semi-autonomistas siguen presentes, claro, así como muchas prácticas stalinistas dentro del trotskismo. Hablar del fracaso de algo que se desconoce (o de lo contrario se miente) en vez de integrarlo en una misma estrategia de poder, trazar una decantación falsa de opciones para elegir al FIT por descarte, inventar fórmulas que cierran más con su teoría que con la realidad (movimientos = autonomismo = reformismo = kirchnerismo), deslindar culpas o responsabilidades en la disolución de las asambleas populares, ocultar los propios fracasos, creer que una estrategia de poder existe sólo cuando se hace propaganda como tal, es caer en un simplismo muy alejado de lo que al menos nosotros consideramos marxismo.
Por Martín Azcura - julio 2011
Por otra parte, nos hace ver lo poco que construyen los juicios apresurados en los que caemos sin darnos cuenta y que criticamos tanto. Por ejemplo, cuando decimos: "lo que no menciona (Dal Maso) es cómo tomar el poder, pero suponemos que sería votando al FIT", se trata sin duda de un comentario fácil, vulgarmente conocido como “chicana”. No dudamos que el PTS tenga una estrategia de poder, y bien lo introduce el autor en su artículo cuestionado. Se puede ver entonces cómo esta frase inapropiada no sólo es irónicamente falsa, sino que además desvía el eje de la discusión, lo cual no sirve a ninguna de las dos posturas.
Otra cosa que nos hace ver Dal Maso es que no se puede aventurar un juicio duro sin presentar argumentos claros. En todo el recorrido de la nota se dice que existe una crisis de izquierda, pero no se aclara por qué se la considera crisis. De hecho, lo que criticamos de Dal Maso es justamente lo mismo, que no desarrolla una serie de consideraciones fundamentales por las cuales habría que votar al FIT. También nos hace ver que no se pueden hacer juicios globales cuando se desconocen experiencias importantes como las paritarias de alimentación mencionadas en su artículo (no así los casos de las fábricas recuperadas y del periódico Nuestra Lucha, que conocemos en profundidad).
Ahora, como respuesta a su respuesta, vayan los siguientes comentarios:
-La “proscripción” pone de manifiesto la principal contradicción del FIT. Lo que debería ser una alianza estratégica termina siendo y presentándose como un rejunte circunstancial. Para nosotros, no debería ser ésta la razón de ser de un frente de izquierda. La legalidad democrática burguesa siempre atenta contra las minorías y la mejor manera de combatirla es con la unidad firme de los revolucionarios. Por otra parte, las últimas elecciones en la Capital demostraron que la tarea ya no es dejar de ser minoría, sino al menos serlo.
-Si bien la nota enumera las causas que provocaron la supuesta crisis de izquierda, es cierto que no dice cómo se manifiesta. Está claro que una crisis implica algo más que una simple complicación, sino que implica un carácter de tipo estructural, es decir que la comezón se hizo enfermedad. En la nota se dice que la crisis se debe a la falta de comprensión de los procesos populares de los últimos diez años por parte de la izquierda (principalmente el trotskismo), sumado a las prácticas sectarias (demostradas en sus principales derrotas conocidas, pero también en las muchas experiencias que no llegaron a ser) y a un discurso anti-popular, pero no se dice cómo se manifiesta. Tal vez, lo que uno considera crítico es posible que el selecto círculo militante lo considere un simple inconveniente, provocado seguramente por las “condiciones de un contexto desfavorable”. Sin embargo, para nosotros la crisis se revela abiertamente en la ausencia absoluta de una alternativa socialista visible para las masas, en el desarrollo fragmentado y aislado de pequeñas experiencias de lucha que no llegan a constituir una corriente que dispute espacios de poder ni siquiera en la descompuesta CTA, en la aplastante derrota electoral sufrida por la izquierda partidaria justo allí donde tiene mayor inserción, en la división y competencia salvaje entre fuerzas políticas cuyos programas y prácticas apenas difieren, etc. De ninguna manera la crisis se expresa en la proscripción, o en tal caso, la proscripción expone la crisis de la izquierda. Ahora bien, ¿por qué decimos que el trotskismo, y el FIT como su expresión unitaria actual, son responsables privilegiados de esta bancarrota política?
-Se han esbozado en la nota una serie de críticas al trotskismo, pero no se han desarrollado en profundidad. En primer lugar, habría que decir que no son lo mismo todos los grupos que integran dicha corriente. En ese sentido, es posible que el PO sea su exponente más negativo. Fuerzas como el PTS, que integra Dal Maso, han demostrado una gran propensión al debate. En segundo lugar, hay que decir que muchos militantes trotskistas son parte indispensable de la lucha, así como muchas experiencias son hoy un ejemplo. Sin embargo, advertimos elementos y prácticas comunes que expresan una tendencia, y que nos permiten creer que existe una raíz teórica común. El primer punto en cuestión, del que creemos que surgen muchos otros, es la concepción particular de la relación vanguardia / masas, tomada mecánicamente de los procesos revolucionarios “más puros” del siglo pasado (descartando los aspectos positivos de otras experiencias complejas y contradictorias). En esa traslación a-crítica, surge un modelo “lúcido” que lleva a considerar el propio partido como el más preparado para dirigir la revolución, entorpeciendo la tendencia a la unidad y conformación de un futuro partido de la clase, donde cada corriente forme una tendencia en su interior, verdadera expresión de la multilateralidad de toda sociedad y de toda revolución. En vez de constituirse como destacamento de una futura organización, el trotskismo se comporta, a diferencia de lo que propone (algunos grupos más que otros), como un partido único en pequeño, al cual deberán sumarse posteriormente todos los revolucionarios. Como una más de las tantas disociaciones en las que suele caer esta corriente, la distancia sustancial entre las palabras y los hechos vuelve muy difícil la superación de esta deformación o confusión de tipo iluminista, y más difícil aún la posibilidad de un debate al respecto. A pesar de esto, la fuerza de los hechos confirma una tendencia, y para nosotros se expresa en la vehemencia con que cada grupo trotskista intenta dirigir al activismo independiente y a las masas no organizadas en general, desestimando (y a veces impidiendo) cualquier tipo de dirección colectiva. Es esta constitución del partido como Verdad absoluta la que genera las actitudes mezquinas que todos podemos ver en cada espacio que integra la izquierda convencional, y que hacen que todos los que no opinemos de la misma manera seamos considerados reformistas como Pianelli o enemigos del pueblo como Moyano y Caro. A su vez, esta actitud tiene un doble carácter negativo, ya que contiene un gran componente contagioso. Otros grupos terminan cayendo en las mismas prácticas con el fin de competir o defenderse de semejante imposición, lo que demuestra que tal desviación está latente en la mayoría de las organizaciones (leninistas o no, que quieren dirigir o que dicen no querer hacerlo). Lo siguiente que habría que analizar del trotskimo es su poca capacidad de actualizar el marxismo y adaptarlo a una realidad cada vez más compleja y fluida (no desestimamos el nivel teórico elaborado por estos grupos, sino la forma en que descartan una gran cantidad de corrientes políticas e intelectuales contemporáneos por diferencias secundarias). La disociación final es tan grande que el Partido Verdad no es capaz de comprender el clima social ni el conjunto de ideas que priman en determinado momento, provocando un alejamiento / aislamiento de sus organizaciones y militantes. Es probable que esto explique la conformación de un micro-clima, que necesita auto convencerse continuamente de su rumbo para sobrevivir como grupo, llegando a romper cada vez más con el conjunto social, y alcanzando formas de secta. Esto, que para nosotros es una falsa concepción de la vanguardia, lleva a que el militante, con el manual en el bolsillo (el programa de transición), señale siempre un paso posterior de la lucha, generalmente todavía no sentido por el sujeto que la impulsa, descartando u olvidando elementos fundamentales como la consolidación del grupo, la integración del militante con las masas, el afianzamiento de la lucha sobre la base de lo obtenido, etc. Todas las prácticas tan criticadas por el entorno (tal vez por eso Dal Maso dice que son lugares comunes) dan cuenta de un problema teórico político de fondo, muy difícil de indagar, y que de alguna manera nos responsabiliza a todos, en mayor o menor medida. ¿Seremos capaces de tomar la discusión de una manera responsable (por el tamaño de la empresa) y sincera?
-Finalmente, disentimos con Dal Maso cuando desestima (con fines electorales) el proceso que vienen dando los movimientos sociales surgidos de las luchas de fines de los 90 en su constitución como alternativa política (ver nota).Decir que estos movimientos son autonomistas y/o que derivaron en el kirchnerismo o en el reformismo es no conocer su complejidad (a propósito de tocar de oído). Sólo una parte de ellos fue cooptada por el kirchnerismo (así como muchos militantes de otras corrientes, incluido el trotskismo, también lo fueron), pero una gran parte (que sí piensa en una estrategia revolucionaria de toma del poder) creció enormemente en construcción política y en inserción real. Algunas pocas influencias semi-autonomistas siguen presentes, claro, así como muchas prácticas stalinistas dentro del trotskismo. Hablar del fracaso de algo que se desconoce (o de lo contrario se miente) en vez de integrarlo en una misma estrategia de poder, trazar una decantación falsa de opciones para elegir al FIT por descarte, inventar fórmulas que cierran más con su teoría que con la realidad (movimientos = autonomismo = reformismo = kirchnerismo), deslindar culpas o responsabilidades en la disolución de las asambleas populares, ocultar los propios fracasos, creer que una estrategia de poder existe sólo cuando se hace propaganda como tal, es caer en un simplismo muy alejado de lo que al menos nosotros consideramos marxismo.
Por Martín Azcura - julio 2011
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