"Hasta ahora, los filósofos han tratado de comprender el mundo; de lo que se trata sin embargo, es de cambiarlo" Karl Marx

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lunes, 15 de agosto de 2011

Maestros, profesores y educadores PRESENTES XV


“Creyeron que te mataban a la orden de ¡fuego!
Creyeron que te enterraban
Y lo que hacían era enterrar una semilla”
Ernesto Cardenal

Nilda Elías de Silva
Luis Ismael Silva
Luis y Nilda nacieron, crecieron y se conocieron en Santa Fe, en un barrio muy pobre, empezaron militando en el ACA y después la JP y FAR. Nilda era docente y Luis era metalúrgico.
A fines del 74, ya casados y con sus dos hijos, se mudaron a Buenos Aires. En algún momento en el ‘74 o ‘75, Luis fue detenido-desaparecido. En junio de 1975 fue legalizado y en diciembre fue puesto en libertad.
La familia vivió en Moreno, Buenos Aires hasta agosto de 1976, cuando nace su tercer hijo. De allí se mudaron a Chaco, a la casa de unos tíos.
Luis fue detenido-desaparecido en un viaje a Buenos Aires, el 11/11/76, aparentemente en Morón.
Nilda, entonces, dejó a sus hijos en la casa de la abuela en Santa Fe, y se fue. Volvió a visitar a sus chicos para el cumpleaños del nene mayor. El 11/4/77 fue asesinada en la puerta de la casa, frente a sus hijos. Marginada, dentro de un barrio marginado.
"(Nilda) nació el 16 de enero de 19 47, era hija de Otilia Acuña de Elías y de Made Elías, casada con Luis Ismael Silva, tuvo tres hijos: Luis Marcelo, Valeria Mariana y Nicolás Ernesto. Se recibió de maestra en la escuela Normal N º32. Fue asesinada el 11 de abril de 1977
Un amigo nos relata:
"Quiero enseñar catecismo", me dijo. El pedido fue corto, seguro, sin rodeos. La miré. Tenía 16 o 17 años. La recuerdo menudita, más bien baja, bien proporcionada, con ojos oscuros e inteligentes, rostro en triángulo, con una sonrisa entre simpática y picaresca.
¿Podrás entenderte con los chicos? Le pregunté. "En un año me recibo de maestra" me contestó. Quedé sorprendido.
En el "Santa Rosa" del año 66 era casi imposible encontrar a un joven cursando el secundario. Y de pronto me encuentro con alguien que está por recibirse de maestra. "Aquí hay voluntad, firmeza y determinación", pensé. Así fue como, Nilda Elías, se hizo militante parroquial.
Se integró en el grupo juvenil, y allí afloró su pasión por el trabajo social.
No era de aquellas personas que anhelan abandonar el barrio en post de una promoción individual. Su voluntad era promocionarse con la gente del barrio, comunitariamente. Se entendía por promoción, al ascenso humano a través de la educación y la lucha por la vida digna. Esto es importante para entender el compromiso de Nilda. Por eso fue maestra en la escuela parroquial, y dirigente vecinalista en la vecinal que ayudó a fundar la "12 de Octubre".
Eligió ser maestra en los grados radiales de la Escuela, en la zona más desamparada del barrio. Yo diría, una zona marginada, dentro de un barrio marginado.
Allí junto con Luis ejerció su trabajo social. Lucha por el loteo, vivienda, trabajo, dignidad de vida. Esos eran los objetivos.
Luis Silva fue su compañero. Imposible de olvidar. La unión de sus vidas ahondó el compromiso social y político de ambos.
La semilla del evangelio cayó en tierra fértil. Estoy convencido, que muy en el fondo de sus corazones, consiente o inconscientemente, la fuerza que los empujaba a dar siempre más, era la fuerza del Evangelio de Cristo.
Han pasado 30 años. Hoy sus tres hijos han vivido mucho más que ellos. Dios les dio el premio de la eterna juventud. Nunca envejecerán. Siempre los recordaremos con sus rostros jóvenes, veinteañeros, soñando un mundo mejor.
"Por los frutos los conoceréis". Las obras por las que trabajaron, lucharon, se alegraron y sufrieron están allí. Agua, luz, loteo, asfalto, casa propia, y sobre todo, dignidad de vida para quien quiso entender el mensaje. Los grados radiales de Nilda, fueron la semilla de lo que hoy es la Escuela Monseñor Zaspe. Y además, el fruto hecho recuerdo imborrable que dejaron en todos nosotros.
Lo absurdo e irracional entró en la vida de Nilda de mano de la delación y la cobardía. Dos autos, con vidrios polarizados, entraron al barrio. Era de noche. Bajaron hombres con armas en las manos, rodearon la casa y se parapetaron detrás de los árboles. ¡Tanto aparato, tanta cobardía para acorralar a aquella joven que diez años antes me había dicho: "quiero enseñar catecismo"!
Nilda no huyó, no suplicó, no pidió clemencia. Simplemente enfrentó el momento supremo de toda vida humana con la convicción y certeza de lo vivido. Atravesó la puerta de calle, y allí, delante de sus tres hijos, la fusilaron".
Testimonio de Osvaldo Silva para Valeria, hija de Nilda y de Luis.

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