"Hasta ahora, los filósofos han tratado de comprender el mundo; de lo que se trata sin embargo, es de cambiarlo" Karl Marx

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miércoles, 25 de mayo de 2011

Otro 25 de mayo, el de 1809

Como sabemos la “revolución” que conmemoramos hoy no surgió de un día para otro, sino que respondió a un proceso que podríamos remontar inclusive hasta la Revolución Francesa (1879), pero sin extendernos tanto en el tiempo podríamos hablar de dos hechos claves.  Por un lado las Invasiones Inglesas en 1806 y 1807 (tema del que me ocuparé en otro momento), y por otro lado el 25 de mayo pero del año 1809.
Exactamente un año antes, en lo que hoy conocemos como Perú, se producen los primeros levantamientos independentistas.
Algunos de los patriotas porteños, como Castelli, Rodríguez Peña, Mariano Moreno y Bernardo de Monteagudo, habían estudiado leyes en Chuquisaca donde estaba fresco el recuerdo el alzamiento Túpac Amaru de 1780.
Cuando España fue invadida por Napoleón, la Audiencia de Charcas, no reconoció a la Junta de Sevilla.  Dadas las divergencias, el debate se trasladó a la universidad, donde proclamó el silogismo de  Chuquisaca:

Las Indias son del Rey, no de España, si el rey no reina, las Indias deben gobernarse por sí y desentenderse de España.

En noviembre de 1808 se presentó ante la audiencia el peruano Juan Manuel Goyeneche, quien regresaba de España como emisario de la Junta de Sevilla y, tras una estadía en Río de Janeiro y luego en Buenos Aires se sumó al proyecto de instaurar en el poder a la princesa Carlota, hermana de Fernando VII. A pesar que este proyecto tuvo sus adeptos, la sesión en la Audiencia terminó en un verdadero tumulto y Goyeneche se vio obligado a seguir viaje hacia Lima.
Comenzó así la agitación en la universidad en rechazo al plan carlotista encabezado por Monteagudo.  Entablado el alzamiento, los miembros de la Audiencia designaron como gobierno una “Junta de Oidores”.  García Pizarro (Carlotista) y el arzobispo Moxo mandaron a detener a los miembros de la Junta, lo que desató la revuelta popular del 25 de mayo de 1809.  Los rebeldes tomaron como rehén al arzobispo y al presidente de la audiencia y rescataron al ideólogo del levantamiento Jaime Zudáñez.  Los oidores entregaron el poder a otra junta, encabezada por Juan Antonio Álvarez de Uriñales, un español afín a los criollos.
 Esta Junta de Chuquisaca envió delegados a otras ciudades para promover el levantamiento.  En La Paz, el defensor de los originarios Pedro Domingo Murillo y el cura José Antonio Medina (primo de Monteagudo), y algunos españoles tramaron un golpe para el 16 de julio en la que detuvieron al intendente y obligaron a renunciar al obispo y, presionando al Cabildo, el 24 de julio formaron una Junta Tuitiva presidida por Murillo.  Convocaron a un congreso soberano de los cabildos de América, en la que también estarían representados los indios, proclamando que “la revolución tiene por objeto formar un gobierno independiente para defender los derechos de América contra las potencias extranjeras”
Luego, las diferencias internas llevarían a la disolución de la junta y Murillo asumió el mando político y militar.  Estos desacuerdos favorecieron la contraofensiva realista, que logró dominar la situación y apresar a los cabecillas revolucionarios.
 El 29 de enero de 1810, Murillo y otros fueron ahorcados.
Cuéntala tradición que Murillo ante el patíbulo gritó: “La tea que dejo encendida nadie la podrá apagar”. ada En efecto, en agosto de 1809 se había producido el levantamiento de Quito, y la agitación se prolongó los meses siguientes hasta que se inició la revolución en cadena en Buenos Aires, Caracas, Nueva Granada, México y Chile.

Fuente: Chumbita, Hugo, América en revolución Breve historia de la emancipación de los países americanos (1776-1830), Rosario, Fundación A. Ross, 2010

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