Eva Duarte de Perón o Evita, como cariñosamente se la suele llamar es una de esas mujeres que han provocado odios y amores por igual. Algunos simplemente por el hecho de ser mujer; mujer y poder, es una combinación que en países como el nuestro sacan lo peor del machismo patriarcal, y no sólo en los hombres, desgraciadamente en las mujeres también.
Conocida también como “la abanderada de los humildes”, ella y su marido devolvieron el protagonismo a las clases más humildes del país. No significa esto que los únicos beneficiados por el primer peronismo eran los pobres, como habitualmente se suele decir. Esto, que no deja de ser cierto ha alimentado el odio hacia esta mujer, que inclusive muerta, siguió siendo víctima de sus enemigos. Recordemos que su cadáver fue robado, secuestrado, enterrado en Italia bajo otro nombre hasta que después de largos años se le restituyó el cuerpo a Perón. No para encontrar la merecida paz, pues para ese tiempo, Juan Domingo Perón se había vuelto a casar y su nueva esposa “envidiaba” y/o sentía el peso en sus hombres de la figura de Eva. Fue entonces que Isabel, segunda esposa de Perón, de la mano de López Rega, al que conoceremos con el mote del “Brujo”, sobrenombre que se ganó gracias a sus prácticas esotéricas; prácticas estas que inclusive, López Rega e Isabel, llevaron adelante con el cuerpo de Eva.
Pero no perdamos el hilo que pretende este post, que es rendirle homenaje a esta inmensa mujer y para eso que mejor Daniel Santoro (artista plástico y por sobre todo peronista).
Este artista montó un mural (fotografía), de 31 metros de alto por 24 metros de ancho, en el mítico edificio de Desarrollo Social. El retrato es el mismo que llevó el clásico libro “La Razón de mi Vida”.
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