Un documental realizado por siete directores suma cortos realizados en la Argentina, Bolivia, Perú, Colombia, Brasil, Venezuela y España. Reflejan el trabajo de productores, feriantes y clientes, a través de historias personales.
La pareja de campesinos transita sus días en el silencio del rancho, bajo la luz del sol que cae sobre el inmenso monte. El hombre camina entre las plantaciones y la mujer prepara la comida que transportarán toda la noche rumbo al mercado popular de Posadas, en una carreta tirada por bueyes. La cadena de producción terminará en el consumidor, que recibirá el alimento sin intermediarios, de la planta hasta su mesa. Así comienza el documental Qué culpa tiene el tomate, que se exhibe en el cine Gaumont. La película, cuyo título remite al emblema de los republicanos en la guerra civil española, reúne el trabajo de siete directores de Iberoamérica sobre ferias populares que se dan en cada uno de sus países, con una mirada crítica sobre el sistema de comercialización de alimentos, a través de diferentes idiosincrasias y formas de vida. Lo hacen de modo contemplativo, sin entrevistas ni voz en off, bajo una fluida y minuciosa técnica observacional, donde los protagonistas son tanto los productores y sus productos como los propios clientes, en contraposición a las cadenas de supermercados que viven en la mayoría de las ciudades. Los cortometrajes se sitúan en la Argentina, Bolivia, Perú, Colombia, Brasil, Caracas y Galicia. “Entre un grupo de productores nos preguntamos cómo era la manera que teníamos de conocer en profundidad la cultura de un país, y todos coincidimos: a partir de conocer sus mercados populares, donde se comercializa de forma directa. Ahí nace la idea”, señaló el productor general Hugo Castro Fau.
Alejo Hoijman, director de la parte argentina, aseguró que “la economía formal que conocemos en grandes ciudades deja afuera a mucha gente que tiene capacidad de producir y que está calificada para trabajar. Hay sistemas alternativos que pueden mover la economía de esa gente, y me interesó mostrar esos espacios, como el de Misiones.” Las escenas en la provincia mesopotámica tienen como protagonistas a Zone y Teresa, un matrimonio con más de 60 años, colonos hijos de polacos y alemanes que viven en un rancho, cerca de El Soberbio, a 400 km de Posadas y lindante a Brasil. No sólo hablan en portugués, también cuando encienden el televisor ven canales brasileños. “Elegí mostrar el modo de trabajo y producción de dos personas enfocando el lado humano, no tanto los datos estadísticos, que viven en un lugar aislado y operan a partir de técnicas de trabajo muy antiguas.” Los realizadores coincidieron que cuanto menos intermediarios haya, el costo del producto será menor. “(En el mercado popular) el precio que se paga es el valor del trabajo, sin especulaciones”, sostuvo Hoijman.
La cámara sigue a un personaje, y es a través de su historia que se conoce la realidad de un mercado. Para Castro, en el caso del carioca “la película describe que claramente la alegría es brasileña, no sólo por la relación familiar de los feriantes con el consumidor sino también las historias de amor, entre la vendedora de bananas y el de mango. Esa cotidianidad que en un gran supermercado se perdió.” En esa secuencia, un puestero brasileño afirma conocer la diferencia entre los perros de los ricos y los de los pobres a través de sus ladridos, y explica: “es mejor cuando vienen amas de casa, las empleadas domésticas no se atreven a utilizar mucho dinero porque no es suyo y le temen al patrón.”
En Perú dominan las miles de bananas para vender, con una velocidad de trabajo más lento y cuidado. La mayoría de los puestos pasan de generación en generación. Los planos generales de los mercados se entremezclan con detalles de manos arrugadas y rostros tan cansados como naturales. En Caracas cuentan que ya en 1971 tenían 5000 puestos; y en Galicia, un tradicional feriante reflexiona: “si los jóvenes no entran al negocio, ¿qué hacemos?”.
El equipo planea volver a El Soberbio, a proyectarles el filme con el cine móvil del INCAA. “Es una deuda histórica con esos compañeros. Ahí no hay cine. Nos ha pasado con otros lugares similares que a la proyección va todo el pueblo, lo que rompe con ese discurso hegemónico facilista que la gente no quiere ver nuestro cine. A nuestra gente no le dan la posibilidad de ver nuestro cine”, indicó Castro.
Sobre la economía de los mercados populares plasmada en el filme aseguró que “cuando el productor está más cerca del consumidor los alimentos son más baratos y sanos. Y el tomate tiene gusto a tomate.” Castro dijo haber terminado la película con una confirmación: “Los procesos inflacionarios en nuestras sociedades tienen que ver con la disputa por la redistribución del ingreso contra los esquemas de distribución oligopólicos que manejan los precios. Depende qué tan progresista sea el gobierno en cada país para saber quién va ganando la batalla.” ¿Y en nuestro país quién va ganando la batalla? “Acá desde 2003 se dio un desarrollo embrionario de mercados populares como nunca hubo antes.”
Alejo Hoijman, director de la parte argentina, aseguró que “la economía formal que conocemos en grandes ciudades deja afuera a mucha gente que tiene capacidad de producir y que está calificada para trabajar. Hay sistemas alternativos que pueden mover la economía de esa gente, y me interesó mostrar esos espacios, como el de Misiones.” Las escenas en la provincia mesopotámica tienen como protagonistas a Zone y Teresa, un matrimonio con más de 60 años, colonos hijos de polacos y alemanes que viven en un rancho, cerca de El Soberbio, a 400 km de Posadas y lindante a Brasil. No sólo hablan en portugués, también cuando encienden el televisor ven canales brasileños. “Elegí mostrar el modo de trabajo y producción de dos personas enfocando el lado humano, no tanto los datos estadísticos, que viven en un lugar aislado y operan a partir de técnicas de trabajo muy antiguas.” Los realizadores coincidieron que cuanto menos intermediarios haya, el costo del producto será menor. “(En el mercado popular) el precio que se paga es el valor del trabajo, sin especulaciones”, sostuvo Hoijman.
La cámara sigue a un personaje, y es a través de su historia que se conoce la realidad de un mercado. Para Castro, en el caso del carioca “la película describe que claramente la alegría es brasileña, no sólo por la relación familiar de los feriantes con el consumidor sino también las historias de amor, entre la vendedora de bananas y el de mango. Esa cotidianidad que en un gran supermercado se perdió.” En esa secuencia, un puestero brasileño afirma conocer la diferencia entre los perros de los ricos y los de los pobres a través de sus ladridos, y explica: “es mejor cuando vienen amas de casa, las empleadas domésticas no se atreven a utilizar mucho dinero porque no es suyo y le temen al patrón.”
En Perú dominan las miles de bananas para vender, con una velocidad de trabajo más lento y cuidado. La mayoría de los puestos pasan de generación en generación. Los planos generales de los mercados se entremezclan con detalles de manos arrugadas y rostros tan cansados como naturales. En Caracas cuentan que ya en 1971 tenían 5000 puestos; y en Galicia, un tradicional feriante reflexiona: “si los jóvenes no entran al negocio, ¿qué hacemos?”.
El equipo planea volver a El Soberbio, a proyectarles el filme con el cine móvil del INCAA. “Es una deuda histórica con esos compañeros. Ahí no hay cine. Nos ha pasado con otros lugares similares que a la proyección va todo el pueblo, lo que rompe con ese discurso hegemónico facilista que la gente no quiere ver nuestro cine. A nuestra gente no le dan la posibilidad de ver nuestro cine”, indicó Castro.
Sobre la economía de los mercados populares plasmada en el filme aseguró que “cuando el productor está más cerca del consumidor los alimentos son más baratos y sanos. Y el tomate tiene gusto a tomate.” Castro dijo haber terminado la película con una confirmación: “Los procesos inflacionarios en nuestras sociedades tienen que ver con la disputa por la redistribución del ingreso contra los esquemas de distribución oligopólicos que manejan los precios. Depende qué tan progresista sea el gobierno en cada país para saber quién va ganando la batalla.” ¿Y en nuestro país quién va ganando la batalla? “Acá desde 2003 se dio un desarrollo embrionario de mercados populares como nunca hubo antes.”
http://tiempo.elargentino.com/notas/que-culpa-tiene-tomate-o-como-comprar-mas-rico-sano-y-barato
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