El
puente peatonal de la estación de trenes de Pergamino, mi ciudad, le dio nombre
a ese “taller literario” donde cada martes, nos encontrábamos un grupo
totalmente desparejo a escribir un rato en lo que otrora había sido la oficina
de encomiendas del ferrocarril. En ese
lugar olvidado surgió “El Puente”, un espacio sin tiempo donde escribíamos
sobre lo que fuera, compartíamos charlas sobre política o el tema que surgiera
y cada noche concluía con un “cadáver exquisito”.
El
nombre surgió del puente que une los andenes, pero a mí se me ocurre que en
realidad, “El Puente”, nos lo impuso el lugar que nos cobijaba y lo adoptamos
inconscientemente. Porque acaso no se
podría pensar esa vieja oficina como un puente.
La mismísima estación de hecho no lo es.
Nosotros, escritores amateurs, solitarios que le escapábamos a la noche
y la responsabilidad con cualquier excusa, no era a través del puente que nos
escabullíamos a vaya a saberse a qué lugares.
Si, “el puente” era nuestra vía de escape, un canal de encuentro, el
modo de traspasar esa zona peligrosa hacia esos universos donde el día podía
ser de veintiséis horas y media.
Sólo
a través de un puente a otra dimensión el peronismo, el tango, el futbol y la
filosofía sufí podían convivir con total naturalidad hasta que regresábamos
sobre nuestros pasos y, si no fuera porque tomábamos caminos diferentes, seguro
comenzaríamos a pelear. El puente nos
unía y nos trasladaba a un espacio que algunos dirían que es irreal…
Me
gustan los puentes! Me gustan los
verdaderos, los imaginarios, los que cuelgan, los puentes abrazos, los puentes
que generan las redes sociales, la mirada como puente.
Me gustan los
puentes porque unen!!!
Te querés sumar a este
juego, a este desafío (Días de Abecedario- invitación de
Camino Mundos) de escribir
tantos días como letras tiene el alfabeto, o, tal vez preferís escribir una vez
al mes porque no tenés tiempo por ejemplo, entonces te podes sumar al Veo Veo.
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