Nunca
gané nada, la timba no es lo mío, no se me da. La fortuna jamás se me presentó en formato de
número y apuesta, aunque no voy a negar que más de una vez me viera tentado a
gastar unos pesos con la ilusión de alzarme con ese premio millonario que
promete “felicidad”.
Para
mí que nunca pude acertar un número porque no puedo recordar lo que sueño y las
poquitas veces que lo hago, si no me hago un recordatorio inmediatamente lo
olvido. A los quince minutos y como el
15 (niña bonita), la belleza e inocencia del sueño se esfuma y se contamina.
A
veces no pasan cuatro segundos desde que salgo de la cama (04) y ya me olvidé
lo qué soñé. Con suerte alcanzo a
ponerme las zapatillas (42) y seguro que se ha tratado de un sueño donde he
muerto (70), aparece un muerto (47) o algún muerto me habla (48) Esos son sueños que recuerdo y me dan miedo
(90) Lo mismo que un incendio (08); el
dentista (37); la cárcel (44); la pelea (82) me dan miedo.
Nunca
supe por qué me gusta el número 28, el cerro.
De los que conozco el cerro Uritorco, en Capilla del Monte en la
provincia argentina de Córdoba es mi preferido.
Como decía,
nunca he sido afortunado apostando a un número; mi fortuna radica en los sueños
que no se pueden numerar. Mis sueños son
fabulosos como una quimera y contrariamente a lo que me digan, no son una
ficción imposible!!!
Te querés sumar a este
juego, a este desafío (Días de Abecedario- invitación de
Camino Mundos) de escribir
tantos días como letras tiene el alfabeto, o, tal vez preferís escribir una vez
al mes porque no tenés tiempo por ejemplo, entonces te podes sumar al Veo Veo.
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