Cuando
era chico, un nene aun y me imaginaba un explorador, un viajero hacia lugares
recónditos. Hacer un kilómetro, contar
la distancia desde mi casa a la pileta del club por ejemplo, equivalía a contar
la distancia desde mi puerta a China.
Ir
y volver del arroyo “La Botija”. Distante
a siete kilómetros de Pergamino por la que en aquel momento era la ruta 32,
ruta esta que te lleva a Bigand en la provincia de Santa Fe. Ir a ese arroyo, a ese pequeño hilo de agua
típico del norte bonaerense donde no hay nada.
Un lánguido arroyo abriéndose paso en la planicie pampeana y al costado
de él los sembradíos de maíz y nada más, ni un árbol. Un arroyo y un puente carretero y con suerte
alguna mojarras. Llegar ahí, pedaleando,
porque la aventura era ir en las bicis valiéndonos de que la ruta es poco
transitada y segura para chicos de diez años.
Uf, era como recorrer la Argentina entera.
Al
día de hoy ya perdí la cuenta de cuantos años pasaron de mi última visita a ese
lugar. Amigos y conocidos me han dicho
que no ha variado. Que el puente sigue
allí, que el arroyo raquítico sigue allí, sólo que bajo los efectos del glifosato
y la soja que se siembra hasta sus márgenes.
Desconozco
cuantos kilómetros recorre una persona en su vida. Pero si sé que hay kilómetros
imborrables. Esos siete kilómetros hasta
La Botija, sin lugar a dudas lo son!!! J
Te querés sumar a este
juego, a este desafío (Días de Abecedario- invitación de Camino Mundos) de escribir tantos días como letras tiene el
alfabeto, o, tal vez preferís escribir una vez al mes porque no tenés tiempo
por ejemplo, entonces te podes sumar al Veo Veo.
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