“no soporté ver los caballos de la Montada
pegándole a las Madres, y fui a la plaza”
Joven entrevistado en Marca de Radio
Según el diccionario de la Real Academia Española, una “revelación” es una “manifestación de una verdad secreta u oculta”. En la religión, “revelación” define al acto mediante el cual Dios “manifiesta a los hombres lo futuro u oculto”. En el arte de la fotografía, “revelar” es “hacer visible la imagen impresa en la placa o película fotográfica”. ¿Y en qué consiste la “revelación política”?
El pasado 13 de octubre la Cámara de Diputados de la provincia de Buenos Aires dio media sanción al proyecto de ley del diputado José Bucca (PJ) que propone instituir el día 27 de octubre, aniversario del fallecimiento del ex presidente Néstor Kirchner, como el “Día de la Revelación Política Juvenil”. El proyecto fue girado al Senado y está cerca de convertirse en Ley.
En el proyecto se afirma que “En el escenario político de estos últimos años, se ha visto el resurgimiento de la juventud argentina”, que “comenzó a tener un protagonismo más activo” motivada por las expresiones del ex presidente y por el nuevo proceso político del país. “De esta manera se fue cultivando y acrecentando la relación del Dr. Néstor Kirchner con esa franja etárea. El sentimiento de gratitud hacia su figura (…) se vio reflejado cuando miles de jóvenes dijeron presente durante sus exequias, para rendirle el póstumo homenaje y darle el último adiós”.
Quiero decir varias cosas. Para empezar, es plausible (y aprovechable) la intención del gobierno nacional de fomentar la participación de los jóvenes, ya que colabora con la difusión de una convicción que muchos tenemos: que los jóvenes no sólo somos el futuro, somos también el presente. No somos una transición a algo posterior, sino que hoy mismo tenemos ideas, proyectos, fuerzas y acciones que inciden en la vida social de nuestros barrios, escuelas, trabajos, clubes, movimientos, organizaciones, ciudades, etc. Si somos el presente para el lucro de los empresarios privados y estatales que nos precarizan (ellos no nos ven como “futuro”, nos prefieren así, sin experiencia sindical), si somos el presente para el fomento publicitario de hábitos de consumo individualista, también lo somos para la vida política (y por tanto colectiva) del país.
Sin embargo, más allá de ese elemento rescatable, me interesa (y me parece necesario) discutir esta idea que han venido generalizando algunos funcionarios y medios de comunicación aliados al kirchnerismo desde la muerte del ex presidente: la idea, el relato oficial, de que la politización de la juventud es algo novedoso que tiene su génesis en el 2003 y en el kirchnerismo a su principal motor. En ese relato el 2003 aparece como un parte aguas entre una juventud apática y despolitizada, y otra “revelada” y comprometida. Desde el punto de vista histórico esto no es real, por lo cual es necesario discutirlo.
Antes de eso, es importante la siguiente aclaración: no pongo en cuestión las diversas preferencias políticas de las juventudes argentinas, sino su tratamiento desde el Estado.
Hay vida antes del 2003
Hace unos meses, las periodistas Paola Di Pietro y Roxana Russo elaboraron un informe para el programa radial Marca de Radio conducido por Eduardo Aliverti. Allí cuestionaron la idea generalizada de que durante los noventa los jóvenes estuviesen subsumidos en la apatía total: “aunque los jóvenes no estuvieran relacionados con los partidos políticos, sí participaban desde otros lugares (…) A pesar de pretender instalar a la juventud en el espacio de la apatía y la falta de compromiso, esta década, paradójicamente, tuvo a los jóvenes como protagonistas”. La resistencia de muchos jóvenes se fue manifestando a través de las nuevas organizaciones de desocupados, el escrache, el corte de ruta, los colectivos culturales, los medios alternativos de información, las agrupaciones estudiantiles independientes: un conjunto de espacios que muestran el desarrollo de una politización y una militancia por fuera del ámbito de la participación electoral y los partidos políticos. Estos jóvenes, a diferencia de los actuales, se politizaron en el rechazo a la política institucional y tradicional.
La rebelión de 2001 también los tuvo como protagonistas: “La crisis los colocó en las asambleas y en las calles. Jóvenes piqueteros, jóvenes que participaban de asambleas vecinales, jóvenes con cacerolas: todos unidos en una consigna que rechazaba las formas tradicionales de participación política”. Y así llegamos a junio de 2002, cuando la policía bonaerense asesinó a Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, dos jóvenes piqueteros y militantes barriales miembros de la Coordinadora de Desocupados Aníbal Verón. A pesar de estos hechos, la mentada “recuperación de la política” por parte del kirchnerismo insiste en poner a las experiencias previas en el lugar de la no política.
La novedad
Es innegable que el kirchnerismo tuvo y tiene un efecto diferente y novedoso sobre una parte de la juventud, pero de ningún modo se trata de un efecto fundante o “revelador” para toda la juventud. El informe radial también recogió la opinión de la socióloga Melina Vázquez: “desde 2003, con el kirchnerismo en el poder, se sucedieron varios acontecimientos que dieron lugar a que la discusión política se trasladara a la vida cotidiana: la 125, la ley de medios, el matrimonio igualitario”, lo cual repercutió también sobre los jóvenes que se mantenían alejados de la política. “Con la gestión kirchnerista, a partir del año 2003, se genera una activación de una nueva militancia y de nuevas organizaciones que se definen claramente como juveniles: La Cámpora, la JP, inclusive la inserción del kirchnerismo en las agrupaciones universitarias”, alrededor del “liderazgo movilizador” de Néstor y Cristina.
A su vez, la conexión de muchos jóvenes con el kirchnerismo también fue y es promovida desde el Estado. Son Néstor, Cristina y otros dirigentes quienes han sostenido de un modo permanente la reivindicación de la participación de los jóvenes, algo impensado en los noventa. En ese sentido, la muerte de Kirchner hizo visibles a muchos adherentes que no se habían expresado hasta ese momento. Pero la juventud argentina es más que eso. Hay una juventud previamente politizada que no debe ser invisibilizada. Es correcto diferenciar a los jóvenes de las últimas décadas de los jóvenes de hoy, pero de un modo distinto al relato oficial. En los noventa muchos jóvenes fueron presa del consumismo y el individualismo neoliberal, y muchos otros cargaban con un pesimismo en relación con la política institucional y tradicional, pero ese pesimismo no se generalizó como inacción y apatía. Así fue que la rebelión de 2001 implicó una impugnación de los políticos (‘que se vayan todos’) y al mismo tiempo una acción ciertamente política.
Hoy se ha achicado la distancia entre los jóvenes y las instituciones políticas, y a diferencia de aquellos, los de hoy han renovado la creencia en la posibilidad de producir cambios desde el Estado. El kirchnerismo trae una novedad a los procesos de construcción de referentes. Según Melina Vázquez, “Es importante tener referentes que sean de la actualidad (…) Es muy difícil entender el compromiso articulado solamente con líderes que ya no están (…) Participar en la actualidad pone en juego recrear nuevos líderes que le den sentido a la práctica militante”. En ese sentido Néstor y Cristina, como símbolos y referentes, generan una relación particular con muchos jóvenes, gracias a su carácter de actualidad y cercanía. Porque además es el kirchnerismo quien está en el poder y quien representa posibilidades inmediatas de cambio (la vieja y eterna discusión entre el principismo y el pragmatismo o posibilismo), y esto comporta para el kirchnerismo su principal ventaja. Pero no existe en nuestro país una juventud homogénea, sus expresiones políticas e ideológicas son variadas a pesar de los intentos del kirchnerismo por incluirlas bajo una misma identidad. Existen otros símbolos, referentes y experiencias acumuladas de la juventud que exceden la coyuntura actual de nuestro país.
Varias juventudes, varias fechas
La nueva etapa política abierta en el 2003 acercó nuevos jóvenes a la participación (y sin duda en una magnitud superior a las décadas anteriores), pero también abre la posibilidad de hacer visibles a muchos otros que ya venían participando de distintas maneras: muchos jóvenes que tenían una relación con la política desde antes del 2003 y que no los motivan ni Néstor ni Evita ni Cámpora, sino otros símbolos y otros referentes. Símbolos y referentes del pasado y del presente: los jóvenes desaparecidos durante la última dictadura (el 70% de los desaparecidos tenía entre 16 y 30 años); el Che, Fidel y las enseñanzas de la revolución cubana; los procesos políticos latinoamericanos de Venezuela y Bolivia (más radicales y progresistas que el kirchnerismo); sus líderes Hugo Chávez y Evo Morales; la larga lucha de los organismos de derechos humanos; la militancia barrial en contra del aún persistente clientelismo peronista; el ejemplo de los militantes y piqueteros Darío y Maxi asesinados en 2002; la defensa de la tierra y los recursos naturales (a la que poca atención pone la mayoría de la militancia kirchnerista); las luchas por la educación pública, por el trabajo digno, por una comunicación alternativa, contra el gatillo fácil. En una realidad social todavía tan injusta, insolidaria y violenta, sobran los símbolos y referentes a partir y a través de los cuales los jóvenes impulsamos y alimentamos nuestra acción política. Y lejos está la simbología de la juventud y de las luchas sociales de agotarse en el kirchnerismo (y más aún en el 27 de octubre).
El proyecto finalmente será Ley porque ningún legislador kirchnerista va a decir lo contrario. Después de todo, no será la única fecha conmemorativa del calendario nacional que se apruebe a espaldas del rigor histórico: ¿o acaso no tardamos casi 100 años en dejar de festejar el 12 de octubre como el día de la raza? Sin embargo eso no nos exenta de decir lo que pensamos y preguntarnos entonces sobre otros posibles símbolos de la participación política de la juventud: ¿Por qué no recordar el Cordobazo de mayo de 1969, símbolo del protagonismo político de la juventud argentina y su solidaridad militante con los trabajadores? ¿Por qué no recordamos a los militantes Darío y Maxi, de 21 y 22 años, asesinados por la policía de Duhalde el 26 de junio de 2002? ¿Por qué no a los 38 asesinados por la policía y el gobierno de la Alianza el 19 y 20 de diciembre de 2001, que tenían en promedio 23 años? ¿Por qué no a Mariano Ferreyra, militante de izquierda de 23 años asesinado el 20 de octubre de 2010 a manos de una patota sindical de la CGT aliada al gobierno nacional? ¿Por qué no a Cristian Ferreyra, víctima fatal del modelo extractivista de despojo y concentración de tierras que el gobierno defiende y reproduce en varias provincias? Sobran las fechas, sobran los motivos para participar, porque sobran las injusticias.
¿Alguien hará de Néstor en el acto escolar?
Este proyecto de ley se enmarca en la ya excesiva campaña oficial de mitificación de la figura de Néstor Kirchner. Por eso también propone incorporar el 27 de octubre al calendario escolar. Según escribe su autor, “El calendario escolar (…) considera la organización de actividades que contemplan conmemoraciones y celebraciones por entender que las mismas, al concretarse en los espacios institucionales y de aula, posibilitan a los alumnos comprender y valorar el sentido de hechos y circunstancias, comprometiéndose personal y grupalmente”. Es una pena que el diputado no se haya interesado por leer un poco sobre las famosas efemérides escolares, ya que varias investigaciones analizan los defectos de esta práctica institucional, fundamentalmente sus efectos negativos sobre la capacidad de comprensión sistemática de los hechos históricos y sus complejidades por parte de los alumnos. O tal vez sea precisamente esa comprensión lo que se quiere evitar.
Ariel L. es miembro del Equipo de Comunicación de la Juventud Guevarista de Argentina
Muy buen artículo. Me parece muy interesante el análisis. Me recuerda un poco a 1984, no se si lo leiste, donde el Estado reescribía la historia según le convenía. Decir que antes del 2001 los jóvenes estaban dormidos es una provocación para todas aquellas personas que lucharon desde su lugar para cambiar las cosas. Creo que Néstor ya se ganó su lugar dentro de la historia. No creo que sea necesario este proceso de mitificación que se busca.
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