"Hasta ahora, los filósofos han tratado de comprender el mundo; de lo que se trata sin embargo, es de cambiarlo" Karl Marx

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martes, 4 de octubre de 2011

La rebelión de los hambrientos – La guerra que nunca se imaginó emprender el capitalismo


Ya no se trata de una guerra por conquista de petróleo, recursos naturales y mercados, sino de una posible  “batalla final” contra los hambrientos en rebelión que el mismo sistema capitalista ha generado y multiplicado a través de siglos de propiedad privada y de concentración de riquezas en pocas manos. 

    Los tres Apocalipsis

Lo que parece, en primer término, una expresión surrealista y demente (que el capitalismo “combata al hambre” que genera), es lo que se han propuesto las naciones centrales más desarrolladas, que a través de sus instituciones y organizaciones advierten sobre las implicancias y el peligro que entraña lo que llaman “crisis alimentaria mundial” y cuyos efectos ya se vienen  proyectando por medio de estallidos sociales y revueltas de los pobres por todo el planeta. 
En su dinámica histórica concentradora de riqueza en pocas manos (y como producto de la propiedad privada explotada sin planificación) el capitalismo ha depredado los ríos, la fauna y los bosques, produciendo las condiciones para un “Apocalipsis natural” de la mano del calentamiento global y de la extinción de los recursos naturales esenciales.
En un segundo frente, las guerras intercapitalistas por la conquista de mercados y el negocio con el armamentismo han creado las condiciones para un “Apocalipsis nuclear” de la mano de los arsenales atómicos que las potencias centrales acumulan como “efecto disuasivo” contra sus rivales, y cuya utilización efectiva nadie puede prever en el futuro.
Y hay un tercer frente  que se suma: La plaga del hambre que ya se extiende como una epidemia por las áreas empobrecidas del planeta generando las condiciones para un “Apocalipsis social”.
No hace falta mucha imaginación (el fenómeno ya se verifica en la realidad) para mensurar el factor apocalíptico masivo que representaría para el sistema el avance  de ejércitos de hambrientos buscando comida para supervivir en las grandes urbes, enfrentando con la violencia a la represión militar o policial.
¿Qué puede detener a un hambriento? Se trata del instinto de conservación, el primer sistema de señales que guía la conducta de un ser humano o de un animal en situaciones extremas de lucha por la supervivencia.
¿Acaso se utilizarían tanques, aviones  y arsenales nucleares para detener a los miles de millones de pobres atacados de “hambre celular” que se abalanzarían masivamente sobre las ciudades para conseguir alimentos por los medios que fuesen?
¿Con qué discurso los políticos del sistema podrían contener a los atacados de incontinencia alimentaria  y reencauzarlos por la senda de la “civilización” y de la “gobernabilidad democrática” capitalista?
¿Cuánta propiedad privada concentraría un “empresario” capitalista antes de que las multitudes de hambrientos saqueen su casa  y destruyan todo lo que encuentran a su paso, incluso su vida y la de su familia?
¿Cuántas balas o misiles alcanzarían a disparar las tropas militares antes de ser destrozadas por las multitudes enfurecidas por el hambre y la reacción instintiva de la búsqueda de supervivencia a cualquier costo?

Los estallidos latentes

No se trata de una revolución racional y planificada por la toma del poder político, se trata de la “barbarie” en su escala primitiva, una regresión al hombre prehistórico, sin ningún molde de “civilización” o de “convención social” que lo contenga en su búsqueda de alimentos para supervivir en la inmediatez.
A excepción de los marginados masivos de la sociedad de consumo capitalista, que no alcanzan a cubrir los niveles esenciales de supervivencia, el resto de la sociedad mundial (tanto en el mundo dependiente como en el mundo de las potencias capitalistas dominantes) está programada a partir de una estructura piramidal de individuos-masa nivelados por la ideología del consumo capitalista.
La manipulación psicológica con el consumismo (para vender productos capitalistas) desarraigó al individuo-masa de los valores de su propia cultura, historia y tradiciones de origen, y lo convirtió en un alienado universalizado y sin conciencia.
Curiosamente, el sistema que niveló a la humanidad en la ideología del consumo como “pensamiento único”, hoy retacea a las mayorías planetarias la materia prima del consumo: Los alimentos esenciales para la supervivencia.
La ONU, el Banco Mundial, la mayoría de los expertos y últimamente el G-8, vienen advirtiendo desde tres años  sobre el peligro de estallidos sociales a escala global que podrían generarse por el impacto de los precios del petróleo sobre el costo de los alimentos en los países más pobres de Asia, África y América Latina.
El FMI advirtió en varios informes de que la crisis mundial es mayor de lo que se preveía, y que va a condenar al hambre y la desesperación a las masas más empobrecidas del mundo dependiente, en Asia, África y América Latina.
“Miles, cientos de miles de personas padecerán hambre. Los niños sufrirán de malnutrición, con consecuencias por el resto de sus vidas”, señaló el FMI, advirtiendo que la crisis social causada por la inflación en los precios de los alimentos ya esta desencadenando conflictos sociales a nivel mundial. 

 La guerra perdida del capitalismo

La “emergencia alimentaria” producida por la escalada de los precios del petróleo, con su inmediato emergente de conflictos y estallidos sociales que ya empiezan a extenderse por los países periféricos, determinó, a su vez, una operación “salvataje de los pobres” que el Banco Mundial, el FMI y el G-7 dicen querer profundizar, no para reparar las injusticias cometidas por la concentración de riqueza en pocas manos, sino para salvar al sistema de la escalada de conflictos sociales y gremiales que pueden terminar de un plumazo con el actual modelo globalizado de depredación capitalista.
Lentamente, los responsables y estrategas institucionales del sistema comienzan a tomar conciencia de que la “crisis alimentaria” no tiene otra barrera de contención posible que la de suministrar alimentos a los hambrientos antes de que les estalle el planeta en las manos.
El director del Departamento de Agricultura de la Organización para la Agricultura y la Alimentación de Naciones Unidas (FAO), José María Sunsi, advirtió de que es necesario incorporar en el mercado mundial de alimentos “mecanismos de información y prevención” para poder anticipar las crisis alimentarias y evitar que lleguen a “extremos tan graves” como los estallidos sociales provocados en distintas escalas por la subida sin precedentes del precio de los alimentos.
Por su parte, la ONU y otras organizaciones internacionales en el 2008 legaron a un acuerdo para crear una “unidad de crisis” destinada a responder al desafío de la actual plaga alimentaria mundial, anunciado  en Berna el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon.
Ban realizó una reunión en Berna con los dirigentes de las 27 agencias y organizaciones de Naciones Unidas para trazar un plan “de emergencia” para hacer frente a la crisis provocada por la subida de los precios de los productos alimentarios.
Ban Ki-moon., un apéndice de Washington en la ONU,  señaló  que la prioridad inmediata debe ser “alimentar a los hambrientos” e hizo un llamamiento a los países a contribuir, “urgente y plenamente”, con fondos para el Programa Alimentario Mundial (PAM).
Las potencias vienen hablando de un “Nuevo Trato (New Deal) para una Política Mundial de Alimentos”, acordado en el Comité de Desarrollo, el panel que fija las políticas del Banco Mundial y que se reunió en Washington como parte de las asambleas de gobernadores que realizó la institución este fin de semana conjuntamente con el Fondo Monetario Internacional.
El entonces presidente del BM, Robert Zoellick, señaló en el 2008  que los gobiernos deben intervenir de forma “urgente” para evitar que la crisis alimentaria hunda aún más en la pobreza a 100 millones de personas, y pidió a países donantes cumplir pronto sus compromisos de completar un faltante de US$ 500 millones en las Naciones Unidas destinado a amortiguar el hambre en el mundo.
En la dinámica de concentración de riqueza del capitalismo en la era transnacional, los US$ 500 millones ofrecidos para paliar el hambre en el mundo resultan una cifra magra y absurda que no alcanzan ni siquiera para subsanar el hambre en un solo país.
Para dar una dimensión numérica de la depredación capitalista a escala planetaria  baste citar que  -según el Wall Street  Journal- los activos financieros globales (el dinero especulativo sin fronteras), suman alrededor de US$ 59,4 billones (millones de millones).
Esta masa de dinero (producto de la depredación capitalista a escala global) equivale a casi 25 veces el presupuesto anual de EEUU (US$2,4 billones), o algo más asombroso aún: Esa suma equivale a casi el total del PBI mundial (US$ 65 billones).
Con solo el 5% de la suma compuesta por los “activos financieros globales” (unos US$ 3 billones) se podría alimentar y cubrir las necesidades de salud de toda población mundial hoy marginal y carenciada.
Baste mencionar que la totalidad del gasto armamentista en el mundo asciende a US$ 1,5 billón,  y que En Wall Street (el templo del dinero especulativo mundial) se cotizan acciones por US$ 22 billones.
En este escenario, los  US$ 500 millones mencionados por la ONU y el Banco Mundial como esenciales para “combatir el hambre” carece de toda lógica matemática y realista.
La suma mencionada como esencial para dar la “guerra contra el hambre” equivale a menos de 10% de la fortuna personal de Warren Buffett, el especulador más emblemático de Wall Street, y resulta menos que un mendrugo comparada con las fortunas de los diez “hombres más ricos”.




La hora del Apocalipsis social

La prensa internacional (parte integrante del sistema)  pone en esta dinámica de “salvataje de los pobres” al FMI, al Banco Mundial, al G-7 y el G-8, como si fueran instituciones del “bien común” y sin fines de lucro, luchando para terminar con la injusticia  y el hambre en el mundo.
Antes que nada, el Banco Mundial, el FMI, el G-7 y el G-8 son las máximas entidades representativas del capital trasnacional que depreda el mundo con las trasnacionales y con el sistema de especulación financiera con sede central en Wall Street.
Antes de la crisis financiera con las subprime en EEUU, y con el triunfo del Dow Jones en Wall Street, reinaba la fiesta del sistema capitalista sionista trasnacionalizado y nivelado planetariamente como dinámica de concentración de riquezas en pocas manos, que condujo a la mitad de la población del planeta a sobrevivir en la extrema pobreza y en  la marginalidad social.
La concentración del capital mundial  en mega-grupos o mega-compañías trasnacionalizadas, fue el aspecto más definitorio de la llamada “globalización económica”.
Finalmente, el explosivo cóctel petróleo-alimentos-crisis financiera que ya tomó dimensiones globales determinó que las potencias más ricas, con EEUU y Europa a la cabeza, se dedicaran al “salvataje” de sus bancos y mercados financieros.
El encarecimiento del petróleo y de los carburantes y su impacto inmediato  sobre los alimentos de consumo básico, el aumento de la población empobrecida, el cambio climático y las sequías en África y las inundaciones en Asia, entre otros factores, se retroalimentan en incuban focos de estallido social en gran escala que todavía nadie sabe como prever y controlar.
Ya en marzo de 2007 Fidel Castro, había alertado en un artículo, publicado en el diario cubano Granma, que si se aplicaba la producción masiva del biocombustible etanol a los países del Tercer Mundo, estos verían cuántas personas dejarían de consumir maíz entre las masas hambrientas del planeta. “O algo peor (…) no quedará un árbol para defender la humanidad del cambio climático”.
Ahora, la alarma ya ha cundido hasta en los más altos estamentos del poder capitalista que observan como los procesos de rebelión pueden entrar nuevamente en ebullición a causa de la escasez y suba de los alimentos esenciales.
Paradojalmente, y como producto de sus propias contradicciones, el sistema capitalista, hoy se encuentra amenazado por la propia plaga masiva que generó: El hambre mundial.
Y sus estrategas económicos, formados en las guerras por conquista de mercados, en un repliegue táctico, intentan el diseño operativo de la única  batalla que no pueden ganar.  
Matemáticamente, el hambre y los hambrientos, son mayoría en el planeta, y la “crisis alimentaria” mundial los multiplica como a los panes de Jesús que solo llegan a las  mesas de los privilegiados de la pirámide capitalista.
En esa ecuación se resume el peligro potencial del “apocalipsis social” que la  instituciones  y autoridades del sistema advierten ante la indiferencia de los especuladores financieros y concentradores de riqueza capitalista empresarial que siguen depredando el planeta como si nada pasara.
Se trata en definitiva, de una dinámica irracional de autodestrucción que solo conduce a lo que viene: La guerra por la supervivencia alimentaria que solo podría ser detenida con una distribución equitativa de los alimentos y una reprogramación del sistema productivo a escala mundial orientado hacia las mayorías.
En resumen, y como el capitalismo no puede renunciar a sus leyes históricas (concentración de riqueza en pocas manos) la “guerra contra la pobreza” es un mito que solo intenta retrasar el reloj de la historia, o sea el “Apocalipsis”, que tanto en su variante “social” como “natural” o “nuclear”, parecen ver cada vez más cerca los representantes más lúcidos del sistema.

Ya no se trata de una guerra por conquista de petróleo, recursos naturales y mercados, sino de una posible  “batalla final” contra los hambrientos en rebelión que el mismo sistema capitalista ha generado y multiplicado a través de siglos de propiedad privada y de concentración de riquezas en pocas manos. 


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