Con la reciente efervescencia de la problemática ambiental numerosos personajes concurren a poner de manifiesto su aporte a un conflicto que dejó de ser "marketing" y comenzó a comprometer nuestra estabilidad poblacional a lo largo de todo el orbe.
El equilibrio del que una población biológica emerge, es simétrico y ordenado a la disponibilidad de los recursos que la envuelven.
Pero tan elemental observación, no ha sido un tema fácil de resolver para muchos de los actuales voceros de la "Ecología" mediatizada. Las ballenitas del Japón, los combustibles ecológicos de Green Peace y la impertinente manía de situar los problemas en el país de al lado, son todas tareas que revelan que muchos carecen de un enfoque sensible a todos los elementos involucrados en la actual emergencia poblacional, alimentaria y energética que anticipadamente anunciáramos en este medio: http://permahabitante.blogspot.com/
Cuatro boxeadores en un mismo ring
Revisando los clásicos contenidos en materia de Economía Política, podemos constatar que desde ninguno de los cuatro actores clásicos se proyecta un vector viable de fuga del umbral de conflicto que ahora se avecina. El Estado vs. El Despotismo, y el Capital vs. El Trabajo; han definido tironeando su participación en el reparto de todos los recursos naturales existentes, sin que siquiera hayan definido su costo de reposición dentro de un "sistema económico" dado.
La emergencia fue económica y ahora es real, tan real como para imponer en muchos países el abandono del término "desarrollo" y sugerir reemplazarlo por un eufemismo como "transición", "suave aterrizaje" u "ordenado decrecimiento".
Ningún programa civilizatorio ha partido de un inventario basal al que podamos denominar como escenario silvestre. Por el contrario, la regla ha sido la brutalidad y el arrebato como metodología de anexión de territorios y recursos vacantes a los que históricamente la Iglesia romana denominaba "res nullius", las cosas de nadie de estas tierras americanas.
Pero la primitiva condición natural del planeta es y seguirá siendo el terreno desde donde alguna vez emergió este bello animal que somos. Y de alguna manera a esa condición fundamental o hábitat, habrá que asignarle algún valor para que en adelante podamos estimar nuestra presencia colectiva sin injusticias distributivas o mayores sobresaltos.
Hoy en torno a nuestra región, un coro de economistas se felicita estimando en cifras electrónicas el crecimiento de una economía formal, mientras se ignora deliberadamente el costo de reposición de los recursos agotados o insustituiblemente consumidos.
Un inventario natural que estime no sólo el stock de combustibles fósiles, sino que incluya también a la mismísima biodiversidad de la que alguna vez emergimos victoriosos. Y además estime el balance de nutrientes del suelo y hasta la disponibilidad de agua potable. Todos fenómenos que de sólo ser estimado monetariamente su perjuicio, dejarían al actual sistema de explotación económica en total obsolescencia ante los azorados ojos de la consabida civilización moderna.
Armónico y holístico colectivismo
El sentido colectivo de la respuesta es inexorable, una condición silvestre, basal o natural es causa concurrente de la presencia biológica de todos por igual. En tanto que la apropiación personal como matriz impulsora del desarrollo capitalista, está permanentemente involucrada a la extracción de renta y a la exclusión de los competidores más próximos. Así nuestro territorio perdió primero su frondosa espesura, luego su fauna y hasta su infinita pastura y ahora expone a la miseria y al éxodo a la población remanente. Durante dos siglos hemos observado el retiro de cuanta forma de vida albergaran nuestras aguas y nuestro suelo, sin poder más que resarcir semejante saqueo con una nominalidad bancaria hoy más que nunca ficticia e inexistente.
Verdadero epílogo
Dar por finalizado el proceso evolutivo alcanzado por el humano actual, despojado ya de todo mundanal atavío, no es más que un demente salto al vacío. Sin la enorme colección de fenómenos naturales de la que en definitiva somos el exponente más acabado, sólo hallaremos más pobreza y ataduras.
Suponer la existencia de una benéfica red que detenga por sí sola las contingencias que se avecinan en aras de un mercado mundial espontáneamente conciliador de toda contradicción humana, parece la más desatinada de las respuestas factibles.
Hemos de trazar sin demora un horizonte de viabilidad para una nueva manera de coexistencia con todas las formas de vida silvestre, o resignarnos a ver declinar el honroso camino evolutivo recorrido por nuestras comunidades a escala planetaria.
Es hora de regresar, disfrutar y habitar nuestro paraíso en su mejor estado posible. Y dejar ir la irracional codicia de transformar toda invaluable forma silvestre de vida en un pedazo roto de naturaleza alambrada y apropiada. Nada más próspero ha habido ni lo habrá que la vida en irrestricta libertad, ni felicidad más perfecta que interactuar en ella partiendo de todos y cada uno de nuestros apetitos posibles.
Hemos alcanzado la amortización de un período económico largo y resta entonces consensuar el siguiente paso; si es que hemos de dejar medianamente ordenada esta tan grata porción de nuestro planeta para las generaciones venideras.
Arturo Avellaneda
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