Agua sí, huevos de avestruz no
Es el año 1836, y, más allá de los enfrentamientos que dividen a los porteños y al territorio que sería la Argentina había lugar para la diversión, la desvergüenza y festejar el Carnaval, pero eso sí, con reglas:
“Para prevenir los excesos en jornadas pasadas, el gobierno decidió establecer reglas fijas y reglas claras para el juego del Carnaval. Así, definió que sólo será permitido este tipo de celebraciones en los tres días que preceden al Miércoles de Cenizas. Las jornadas comenzarán a las dos de la tarde –el anuncio se hará a través de tres cañonazos en la Fortaleza- y concluirán al toque de la oración, con otros tres cañonazos. También ordenó que el juego que se haga desde las azoteas, ventanas o puertas de calle podrá ser sólo con agua y ninguna otra mezcla: nada de huevos de avestruz. Nadie que juegue por la calle podrá asaltar una casa, ni forzar sus puertas o ventanas. También fijó que está totalmente prohibido el uso de mascaras, vestirse con trajes que no correspondan a su sexo, presentarse en clase de farsante o con el traje o insignias eclesiales, militares, de magistrados o de persona anciana”
No hay comentarios:
Publicar un comentario