No
podía ser de otro modo. Iruya, tan
particular como bella no podría escapar al linaje de “familias ilustres” como
se suele decir de aquellas que han hecho grandes aportes a la construcción del
lugar.
En
el camino al encuentro del mítico pueblo salteño un cartel me anunciaba la
existencia de un tal Federico, al que no le presté mayor atención entre tanta
montaña, cerro y abras.
Ya
me había instalado en el pueblo (vuelvo a recomendar el “Hospedaje Wichikú”),
cuando salí a reconocer sus empinadas calles y una señora me entregó un volante
publicitando “El Museo” que se encuentra frente a la plaza la Tablada. El papelito que atesora mi diario de viaje me
decía que allí podría encontrar todo tipo de alimentos, bebidas frías, buena
onda (qué no es poco) y además invitaba a llevar la guitarra. Qué más se puede pedir de un lugar!!!
Como
decía, el volante hablaba del “Museo” pero no supe que realmente se trataba de
un museo de verdad hasta que por casualidad una de las calles me entregó a la
plaza la Tablada.
Frente
a la plaza una casona, de corte antiguo, la Casa Museo Federico.
La
familia Federico convive con el pueblo desde 1650 conformando uno con el
pueblo.
Revisemos
el origen de los museos y la relación con la casa museo iruyense.
Como
sabemos el museo es el templo que las musas visitaban y además recordemos que
éstas son las diosas de la memoria; o sea que éstos espacios son el lugar por
excelencia donde se preservarla, donde a través de diferentes objetos y
documentos se conserva el testimonio de un tiempo no siempre lejano que ya
pasó.
Atendido
por sus propios dueños y acompañados por ese entonces por otra viajera (Noelia),
que trabajaba allí por aquellos primeros días del 2013 no me podía ir de Iruya
sin volver y sentarme en una de sus mesas.
Por
casualidad lo mío fue ir a desayunar (excelente), pan casero con manteca y
mermelada, acompañado con yogurt y cereales que podía repetir cuantas veces
deseara.
Casa histórica
La
casa-museo fue declarada “Patrimonio Arquitectónico de la Provincia de Salta”,
gesto y/o actitud que habla muy bien de la provincia y si la tiene, su política
conservacionista.
La
casa-museo, dividida en cuatro habitaciones que se estiran una al lado de la
otra y ¡CUIDADO!, sus puertas son muy bajitas y es común que nuestra cabezas
den un fuerte golpe con la parte superior del marco.
En
las diferentes habitaciones uno puede encontrarse una innumerable colección de
fotografías de todo tiempo, una importante colección de llaves, que datan la
más antigua de 1750, de las dependencias de ese lugar y otros de la familia (lo
que nos da una magnitud del poderío económico de la Familia Federico); también
uno se encontrará con una variada cantidad de objetos como muñecas, máquinas de
coser, tocadiscos y demás antigüedades que sobrevivieron al paso del tiempo y
fueron de uso familiar.
Terminá de leer este post AQUÍ
No hay comentarios:
Publicar un comentario