El desafío se lo lanzó Osvaldo Bayer: construir un Monumento a la Mujer Originaria con el mismo método que la estatua del Che inaugurada en Rosario en 2008. Para concretarlo, el escultor Andrés Zerneri promueve la donación de miles de llaves y objetos de bronce hasta totalizar 10 toneladas. Poco antes de que se presente junto al escritor en el Hogar del Padre Cajade, dialogamos con el artista, también autor de la estatua del cura levantada en 7 y 90. Detalles de un proyecto que apuesta a la participación colectiva para reivindicar a los pueblos originarios y busca así estimular un gran debate sobre nuestra verdadera identidad.
“Yo tuve la alegría de aportar una de las llaves, de las muchas necesarias para levantar
este monumento a la Mujer Originaria, en tierras de América donde tantos
monumentos sobran
y ese monumento falta, todavía, y es el más justo de todos,
porque es el que rinde homenaje a los primeros, los más antiguos,
una manera de recoger las voces de los más americanos de todos,
voces que suenan desde el pasado más remoto
pero que se dirigen a los tiempos futuros, porque anuncian otro mundo posible”
Eduardo Galeano
este monumento a la Mujer Originaria, en tierras de América donde tantos
monumentos sobran
y ese monumento falta, todavía, y es el más justo de todos,
porque es el que rinde homenaje a los primeros, los más antiguos,
una manera de recoger las voces de los más americanos de todos,
voces que suenan desde el pasado más remoto
pero que se dirigen a los tiempos futuros, porque anuncian otro mundo posible”
Eduardo Galeano
El otro. Históricamente, siempre el otro. El otro saqueado, expulsado, devastado. El otro olvidado. El otro salvaje, enemigo de la civilización que traería progreso y bienestar. La excusa para hablar de ese otro silenciado, acallado, es construir un monumento a la Mujer Originaria que se convierta en el más grande realizado en nuestro país. Una excelente excusa para interrogarnos sobre nuestras raíces amerindias. Para reconocer y reconocernos en la existencia de esas naciones originarias que desde hace 15 mil años ya habitaban lo que luego sería suelo argentino. Mucho antes, por supuesto, de que arribara la inmigración europea con la intención de poblar estas pampas “desiertas”.
Esta vez el camino será tan importante como la meta. Porque la concreción del Monumento a la Mujer Originaria entrañará un proceso tan complejo como enriquecedor: la apelación a la participación colectiva para recoger diez toneladas de bronce, equivalentes a unas doscientas mil llaves.
La primera charla tuvo lugar en “Casa Cabrera”, su taller en Palermo. Allí Andrés Zerneri habló extensamente con La Pulseada sobre la gestación de este proyecto y sobre las experiencias que va transitando en este camino elegido de “cometer el arte” para propiciar el encuentro con los otros.
-¿Cómo surgió la idea de hacer el monumento a la Mujer Originaria?
-Desde hace muchos años yo lo iba a escuchar a Osvaldo (Bayer) a sus conferencias. Él ni siquiera sabía de mi existencia. Pero cuando ya estaba concretada la estatua del Che nos invitaron en varias oportunidades a hablar juntos. A él le gustó mucho el método. Dijo que sería muy bueno rendirle un homenaje a los pueblos originarios de esta manera y así nos marcó el norte. Le pareció maravillosa esta forma de trabajar, tan difícil pero al mismo tiempo tan legítima. Estoy seguro de que hay modos mucho más sencillos de hacerlo pero también entiendo que este es el mejor camino que podemos transitar.
-Como en el proceso que terminó en Rosario, vuelven a alentar la participación de miles de personas a través de la donación de llaves.
-Sí, seguimos la misma dirección que tomamos cuando encaramos el monumento al Che: comprometer a la mayor cantidad de gente posible. Esto no sólo resuelve la cuestión material sino que también le da legitimidad política a lo que hacemos. Porque es un monumento que se emplazará en un espacio público, un espacio de todos, donado no por una comisión ni por un artista, sino producto de una construcción colectiva. Esto permite que en el camino todos aprendamos algo sobre las personas representadas, sobre nosotros mismos y sobre nuestra capacidad de realización. Es un proyecto que requiere de toneladas de bronce que deben ser recicladas y trasladadas. La suma de todas esas pequeñas ayudas constituye una movilización muy grande. Para el transporte se convocan grúas y barcos. Miles de personas son convocadas el día de la inauguración. El despliegue de toda esa logística implica indefectiblemente un gran aprendizaje. Así lo artístico termina tomando una dimensión política, porque involucra un ejercicio ciudadano en el que, a partir de la participación, se abre el debate.
-¿Por qué la mujer originaria?
-Si bien los pueblos originarios hablan constantemente de la dualidad hombre-mujer creo que, en términos humanos, esta escultura se debe decir desde la mujer, desde lo femenino. Hablar de pueblos originarios es hablar de nuestra madre tierra, de la Pachamama, de la naturaleza, de la vida, de todo eso que se dice en femenino. El homenaje a nuestros pueblos originarios, los más americanos de todos, encarnado en el cuerpo de una mujer, en el género que más vida representa, es una clara reivindicación de la vida, simbolizada por la figura central de este proyecto. En las escuelas siempre digo que los varones nos sentimos representados en el cuerpo de una mujer para decir nuestras mejores cosas, para hablar de la humanidad mediante nuestros valores más elevados. Esta reivindicación conlleva una pequeña contribución a la discusión sobre género. Y lo digo a partir de hechos muy naturales en los que todos deberíamos hacernos carne. Con este proyecto me he vuelto más sabio en el trabajo con las mujeres. La comisión de trabajo formada por casi cien personas, llamada M.M.O. (Movimiento, Memoria y Organización), se divide en subcomisiones que en su mayoría están encabezadas por mujeres. No es nueva esta capacidad de liderazgo y organización por parte de las mujeres. Lo nuevo es que todos vayamos aceptando esta perspectiva de ser menos “machos” y darnos cuenta de que esta participación, necesaria e indefectible, por parte de las mujeres, nos agrega lo mejor. Al menos yo transito ese camino. No estoy en la lucha de género pero creo que este proyecto también está haciendo un aporte en ese sentido.
-¿Hablar de los pueblos originarios supone sacarlos de la invisibilización histórica a la que fueron relegados?
-Hacer antes la estatua del Che y ahora, por sugerencia de Osvaldo Bayer, el monumento a los pueblos originarios, implica seguir hablando de nuestra identidad. En un tono más personal, a este monumento a la Mujer Originaria no lo concibo desde el indigenismo sino desde los valores y los derechos humanos. Referirse a los pueblos originarios es hablar de los primeros desaparecidos, de las primeras víctimas del terrorismo de estado atribuibles al ejército argentino. Pero que no son sólo recordables como víctimas: son integrantes actuales de nuestra sociedad y en un importantísimo número que todavía no queremos reconocer. El 60 por ciento de la población tiene un vínculo genético con los pueblos originarios. Seis de cada diez habitantes argentinos justifican su “morochez” por esta familiaridad con nuestros pueblos originarios. En esa tremenda raíz que se manifiesta a través del color de la piel hay también un gran mensaje sobre nuestro futuro. Los pueblos originarios no son solamente nuestro pasado: son además nuestro presente y nuestro futuro. Desde mis posibilidades, desde esta trinchera del arte que elegí para decir y encontrarme con otros, creí justo y necesario ir por esta senda. Por el camino de los monumentos como contribución del arte a la memoria colectiva. Es un espacio de encuentro con los otros en el que entra en juego tanto el artista como el hombre político. Toda esa primera experiencia de trabajo que fue el monumento al Che la usamos en este nuevo proyecto que tiene una dimensión mucho más grande y abarcadora.
-El proyecto incluye charlas en escuelas que muchas veces terminan convertidas en nuevos centros de acopio de llaves…
-A lo largo de este proceso vamos contándole a la gente lo más esencial. Concurrimos a las escuelas y les decimos a los chicos que tenemos una excusa para hablar sobre nuestra identidad. Una excusa lo suficientemente grande como para que todo este
proceso se vuelva interesante para los medios de comunicación. Así se logra la participación de miles de personas que se transforman en protagonistas de un cambio. Pasan a saber que en la Argentina se hablan hoy catorce lenguas y acaban por aceptar ese vínculo genético que todavía muchos desconocen. Pasan a entender que país y nación no son sinónimos. Porque somos un país que tiene dentro entre 26 y 30 naciones. Acaban admitiendo que vivimos en un país culturalmente mucho más rico de lo que creíamos. Ahí está el verdadero objetivo. Construir el monumento más grande que hasta ahora se hizo en la Argentina es en realidad lo menos importante. Apenas una excusa. Pero diciéndolo así logramos llamar la atención de medios que de otra manera jamás hablarían de los pueblos originarios.
El segundo encuentro con Andrés Zerneri fue en la ex Esma, hoy Instituto Espacio para la Memoria. Allí, en el galpón más grande de los cuarenta edificios existentes en el predio, se está construyendo el monumento.
El 1 de mayo pasado, Osvaldo Bayer y Andrés Zerneri ingresaron formalmente a la ex Esma junto al secretario nacional de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde.
Principal centro de detención, tortura y exterminio, símbolo del último genocidio sufrido en nuestro país, el Instituto Espacio para la Memoria alberga hoy los cimientos de este proyecto colectivo que apuesta a la vida y la reafirmación de los derechos humanos. Allí, cuidado por quienes luchan por rescatar nuestra identidad y nuestra memoria, reposa hoy la base de lo que será el Monumento a la Mujer Originaria. La historia no sólo la escriben los que ganan.
Las raíces negadas
Daniel Corach, doctor en biología, investigador independiente del Conicet y director del Servicio de Huellas Digitales Genéticas de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires, realizó una indagación que echó por tierra con el mito de que nuestra población deriva fundamentalmente de la inmigración europea que llegó al país a principios del siglo pasado.
“Cuando se empiezan a considerar algunos marcadores genéticos, resulta que el componente aborigen está muy presente en la población en general. Hay que redefinir la composición étnica del país porque somos mucho más latinoamericanos de lo que pensamos. Las matanzas militares no consiguieron un exterminio completo”, explica.
El científico señala que estos datos son más frecuentes en el ADN proveniente de la línea materna, ya que el mestizaje se hizo básicamente sobre el vientre materno, por las violaciones sufridas por las aborígenes.
“La conclusión en Argentina es clara: todos tendemos hacia el amerindio. Aunque haya sectores de la sociedad que se animan a negarlo, las clases medias principalmente. Creo que en esa negación, en esa ignorancia, radica uno de los problemas argentinos. Tenemos, desde el vamos, una visión falsa de nosotros mismos, una visión que la genética desmiente categóricamente”, sintetiza Corach.
Esa negación propia de gran parte de la sociedad era compartida por quien sirvió de modelo para la confección del rostro de la mujer originaria. Oriunda de Tucumán, esta mujer anónima que posó para Andrés Zerneri negó tener relación alguna con los aborígenes. Pero en el lapso transcurrido en el trabajo con el artista, su vida cambió. Indagó a sus familiares tucumanos, investigó su árbol genealógico y confirmó que tiene antecedentes originarios. La aceptación de este vínculo llevado en la sangre hizo que cambiara su percepción y revalorizara esa identidad antes rechazada.
La fuerza que nace de lo colectivo
Comprometido con las causas que retoman las banderas de la igualdad y la justicia social, Andrés Zerneri entiende que “el arte no es un fin en sí mismo sino una herramienta con la que expreso mis ideas políticas, defino mi identidad y me comunico con los demás”.
En septiembre de 2011, en Corrientes y Florida, pleno microcentro porteño, pasó una semana ininterrumpida junto a un barril que llegó a contener 500 kilos de bronce solidario. Estuvo allí día y noche cuidando su tesoro más preciado. Miles de personas llevaron sus llaves, compartieron sus historias y, sobre todo, dejaron en claro que el apoyo social al proyecto de construcción del monumento a la Mujer Originaria es cada vez más fuerte.
Osvaldo Bayer dice que “Zerneri es un obrero del arte y todos los proyectos sociales que realiza son ejercidos desde su propia experiencia de clase: no baja ni se acerca a los pobres porque nunca dejó de serlo. Consustanciado con el proletariado cree en la fuerza que nace de los colectivo y no es un proveedor sino un aprendiz de estas experiencias”.
El siguiente proyecto del escultor es realizar, a través de Inkatú, la cooperativa que dirige, una serie de monumentos de luchadores populares. Ante la inexistencia de grupos de escultores que formen una unidad ejecutora de monumentos, Zerneri y la cooperativa buscan la ayuda estatal para dotar de sus merecidas estatuas a, entre otros, Enrique Angelelli, Juana Azurduy, Túpac Amaru, Haroldo Conti y Jaime de Nevares.
“Hoy en la Argentina –dice el artista- se invierte un presupuesto millonario en la producción escultórica, por ejemplo en un monumento a Perón que está en etapa constructiva. Nosotros le ofrecemos al Estado que gaste varios millones menos y apoye esta iniciativa de darle trabajo a la cooperativa, que tiene la posibilidad real y concreta de realizar constantemente monumentos, para que los espacios públicos del país incorporen a tantas figuras que merecen ser homenajeadas”.
Cómo colaborar
Hay múltiples formas de apoyar al proyecto de construcción del Monumento a la Mujer Originaria. Se pueden acercar llaves u otros objetos de bronce a Cabrera 3653 (Palermo). En http://www.mujeroriginaria.com.ar/ se indica cuáles son los lugares de acopio de todo el país. Y de no contar con uno cercano, se puede abrir el propio centro de recolección. También es posible entregar los elementos de bronce en el local de La Pulseada, calle 59 Nº 1515, entre 25 y 26
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