Ariel Magnus hace ficción a partir del deseo de entender las letras herméticas del grupo.
Al comienzo, un poco por vicio, el escritor Ariel Magnus (Buenos Aires, 1975) escribió una interpretación de las letras de Gulp , el primer disco de Patricio Rey y los Redonditos de Ricota. Descubrió que la canción Pierre el vitricida –”¡Cómo se ríe el gordo Pierre! Y rompió el vidrio el gordo Pierre” – debía entenderse como un consejo: “usá forro”; que Te voy a atornillar –” ¿Cómo puede ser que te alboroten mis placeres?” – manifiesta las dudas de un hombre sobre su sexualidad; y que Ñam fri frufi fali fru –” Voy a cuidar de mi amorcito, que mordió el vidrio por demás otra vez, me llama nene, sifón” – puede hacer referencia tanto a los reclamos alimenticios de un bebé como al romance de dos drogadictos dadaístas. Después Magnus hizo lo mismo con el segundo disco de la banda: Octubre. “Entonces me di cuenta de que si no quería interpretar todos los discos igual, lo que tenía que hacer era hacer una narración con esas lecturas”, dice ahora. Así nació La cuadratura de la redondez (Interzona), un libro de ficción en el cual, a través de la interpretación de las letras de Los Redondos, y de las citas a esas interpretaciones, hechas por un equipo de investigadores, Magnus narra el proceso de enloquecimiento de Atila Schwarzman, un investigador fanático de la banda de rock, obsesionado con develar el hermetismo de sus letras.La cuadratura de la redondez es un libro raro, que en librerías aparece en los estantes de narrativa pero también en los de música. Su forma de leer los poemas recuerda al método paranoico crítico de Salvador Dalí, donde cualquier cosa puede relacionarse con cualquier otra, y crear sentido. Ese delirio interpretativo del libro, ¿qué es lo dice sobre los temas de Los Redondos? No estoy seguro. Mientras escribía me dejaba llevar por las letras y esperaba que ellas me dijeran hacia dónde iban. Tal vez que con el absurdo lo que intenté fue conservar la pureza de las letras, porque el absurdo es una forma de silencio respecto de la canción. Decir cosas que evidentemente no son las que están diciendo las letras es una forma de respeto. Lo que no quita que por momentos sí sintiera que efectivamente estaba interpretando. Pero cada vez que me pasaba eso, trataba de irme: no me interesaba la verdad. ¿Creés que las letras de Los Redondos cifran una verdad? Creo que hay un espíritu que se forma a través de esas letras. No sé si eso tiene que ver con una verdad oculta; incluso me parece que ese espíritu se va formando a través de los temas que son menos crípticos. Siempre hay una cosa aforística en las letras de Los Redondos, o que por lo menos en el aforismo funciona muy bien, y se entiende perfectamente. Ahí no hay nada oculto. ¿Y qué dice sobre la interpretación, ese delirio? El libro está concebido como una sátira de la interpretación, de sus lenguajes y vicios. Como un interpretador que se interpreta a sí mismo a través del texto que lee. Soy bastante escéptico con respecto a la interpretación que se toma en serio a sí misma. Para mí, la interpretación es como la inspiración, es literatura. Transmutar la interpretación en inspiración es la historia de nuestro desarrollo cultural. Estos días los medios recibieron con ironía un texto del Indio (ex líder de Los Redondos) pautando la forma de leer sus temas. ¿Tu trabajo puede ser leído en esa línea irónica? Es un riesgo. Puede ser que a alguien que se tome esto muy en serio le resulte una falta de respeto. Me puedo imaginar a alguien ofendido, el Indio mismo alimenta un poco esa cosa religiosa que hay a su alrededor. Pero yo me acerqué a los textos con la misma pasión con que iba a ver a la banda a los recitales, y parto de la base de que ese espíritu, con el que está hecho el libro, se entiende. Si no me animaba a correr el riesgo de ser zarpado, nunca iba a ser libre para escribir. ¿Creés que alguien que no conozca a Los Redondos se puede hacer una idea de lo que hacen leyendo tus interpretaciones? ¡Ni loco! Muchas veces la interpretación es una especie de subtitulado trucho.
Por Ezequiel Alemian
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